Acciones que dañan nuestra mente, ¿cuáles son y cómo evitarlas?
Tras el impacto de la pandemia, nos dimos cuenta de que la salud mental es tan importante como la física, por lo que no hay que realizar algunas acciones que dañan nuestra mente y afectan nuestro día a día.
Para saber más del tema estuvimos presentes en la charla digital a Grupo Carso “Siete posturas mentales que dañan el cerebro”, impartida por Israel Salazar, licenciado en psicología.
Los tres sistemas que construyen la personalidad
Antes de hablar de estas acciones, Israel mencionó que todas las personas contamos con tres sistemas en nuestro encéfalo que, aunque funcionan de manera independiente, se relacionan entre sí y nos ayudan a construir nuestra personalidad:
– Complejo reptiliano
Es el sistema más primitivo porque es el responsable de mantener activas las funciones necesarias para sobrevivir: miedo, hambre y enojo, entre otras.
– Sistema límbico
Desarrolla las emociones asociadas a las experiencias que se viven y está muy relacionado con el aprendizaje. Si alguna vivencia produjo emociones agradables, este sistema va a buscar la forma de repetir el sentimiento o de cambiar el entorno para que se produzca de nuevo.
– Neocórtex
Se trata de la parte racional de nuestro cerebro que nos permite pensar de manera lógica, llegar a conclusiones, comprender la realidad, trazar planes y realizar estrategias. El neocórtex es la parte más evolucionada del cerebro humano.
La manera en la que se relacionan entre sí da como resultado acciones que benefician o afectan el funcionamiento de nuestro cerebro y aunque algunas son heredadas de manera inconsciente, se pueden modificar para que nuestro paso por este mundo sea algo más disfrutable.
¿Cuáles son las acciones que dañan nuestra mente y cómo evitarlas?
El contexto en el que nos desenvolvemos, nuestro estado de salud, los cambios drásticos en el entorno y demás factores externos influyen en nuestra calidad de vida, sin embargo, existen acciones que dañan nuestra mente de las que podemos tomar control para vivir con tranquilidad.
Todos hemos experimentado algunas de ellas, son completamente humanas y su presencia nos ayuda a hacer consciente lo que necesitamos cambiar.
No obstante, cuando su presencia afecta a la persona o a quienes están su alrededor, es importante encontrar su origen para sanarlas y dejar de realizarlas en exceso.
Pensar que no pasa nada
Cuántas veces hemos escuchado: “no pasa nada si fumo, de algo me tengo que morir” o “no pasa nada si engaño a mi mujer, al fin que ni se va a dar cuenta”. Esta actitud refleja apatía, desinterés personal y nula capacidad para enfrentar las consecuencias de los actos.
Cuando una persona piensa “no pasa nada” tiende a realizar conductas de riesgo y a no hacerse responsable de sus acciones, convirtiéndose en una carga para los que están a su alrededor.
Lo mejor para romper con esta forma de pensar es reconocer que toda acción que realizamos, por muy pequeña que sea, tiene consecuencias positivas o negativas tanto para nosotros como para los que están cerca.
Se trata de dejar de ser egoísta para no lastimar a nadie y empezar a vivir con un propósito que nos permita cuidarnos en reciprocidad.
Tener miedo
El miedo es natural, de hecho, es una respuesta del complejo reptiliano para que podamos sobrevivir. Sin embargo, cuando se apodera de nuestra mente, comenzamos a enfocarnos en nuestras debilidades y pensamos que no somos capaces de enfrentar situaciones.
Una persona con miedo constante vive pensando que todo a su alrededor lo va a lastimar, no se atreve a realizar algo que le interesa, se siente frustrada e impotente de manera permanente.
Para evitar que el miedo nos paralice, es importante saber dónde se origina e ir comprendiéndolo a fin de que poco a poco deje de tener tanta importancia en nuestras vidas. También se recomienda romper con las respuestas negativas y comenzar a pensar en lo que sí puede salir bien.
Vivir en el enojo
El enojo está relacionado con el control, en donde la persona que lo experimenta niega situaciones, le cuesta trabajo aceptar las cosas como son y busca que la vida sea como ella piensa o quiere.
Durante un episodio de enojo renunciamos a la capacidad de pensar, buscamos culpables e ignoramos soluciones. Una persona enojada se aísla y puede sentirse sola, lo que le genera más enojo y conductas reactivas.
Para evitar caer en el enojo excesivo es necesario identificar cuál es la razón por la que hay tanta resistencia, buscar charlas positivas que permitan ver la vida sin agresividad, perdonar y aceptar que la vida enseña de muchas maneras, aunque no todas nos gusten.
Desarrollar adicciones
Esta es una de las acciones que más dañan al cerebro porque lo lastiman a nivel fisiológico. De acuerdo con Israel, las adicciones llenan vacíos a través del placer, pero se generan dependencias.
Una persona adicta necesita más intensidad cada vez que consume alguna sustancia o experimenta alguna situación, pero su cerebro recibe menos placer. Su fuerza de voluntad se va debilitando al grado de dejar de existir y tiene agotamiento mental y afectivo.
Una buena manera de liberarse de las adicciones es que la persona involucrada busque ayuda psicológica para encontrar el vacío que está tratando de llenar, médica para valorar su estado de salud y familiar para recibir el apoyo que necesita.
Sentir envidia
La envidia es un sentimiento que altera la paz mental y surge de la comparación con otros. La persona que envidia no quiere lo que los demás tienen, sino que no lo tengan, por eso hay malestar con cualquiera que se cruce en su camino.
Una persona envidiosa no es capaz de ver su riqueza material o espiritual, añora lo ajeno y experimenta constantemente un sentimiento de injusticia.
Al no ser capaz de relacionarse con los demás sin sentir molestia o frustración, fractura las relaciones sociales. Ante esta situación, lo mejor es aprender a ser nosotros mismos y valorar nuestras virtudes y defectos.
Vivir con flojera
Si bien debemos darnos tiempos para descansar y retomar energía para realizar nuestros proyectos, un foco rojo al que debemos prestar atención es cuando dejamos pasar mucho tiempo para realizar algo: podría ser un indicador de pereza o procrastinación.
La flojera genera debilidad mental porque nos hace excesivamente flexibles y al no tener estructura o constancia, no hay esfuerzo ni recompensa.
Una persona que posterga pendientes, proyectos o responsabilidades vive en una eterna zona de confort, anula el desarrollo de la creatividad, se la pasa justificando sus acciones y evade.
Un buen paso para aquellos que viven con apatía es fijarse rutinas y horarios, aprovechar su tiempo para leer e informarse, descubrir por qué posterga algunos pendientes y exigirse un poco más en su día a día.
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