Huaraches de Sayula, un oficio de paciencia
Los huaraches de Sayula son una pieza de resistencia, son una prenda que, a la vez, muestra un mensaje de un México que se ha transformado de forma profunda con el paso de los años. Quedó atrás la época de los Cristeros, pero no ese polvo de nostalgia, del sopor de la tarde en los portales y los caminos jaliscienses.
Las personas del campo o los artesanos entienden el significado y la importancia de la palabra “oficio” donde la paciencia es una constante. Ellos coexisten en una realidad donde la modernización y la tecnificación parecen ser el único camino a seguir, pero por suerte hay mundos distintos, para otras filosofías de vida.
Un huarachero sayulense
Alejandro Alfaro Ramírez es huarachero. Tiene 75 años y empezó cuando era niño, cuando tenía apenas 10. “Tengo un tallercito, no es una empresa de esas de máquinas, pues todo lo hacemos a mano. Son artesanías de las de antes. Desde chiquillo estuve enfermo y no me admitieron en la escuela, así que me mandaron con un señor que hacía huaraches y con él aprendí”, explica.
Este calzado es de cuero de res, “pura baqueta curtida”, agrega. La suela y la zapatilla es toda de este material y no le revuelven caucho para hacerlos más económicos. La razón por la que es importante este detalle es que solo así se resiste el calor al usarlos.
El calzado del pueblo
“El pobre y el campesino siempre usaron huaraches, si no es que andaban descalzos. Los riquillos traían zapato cuando entraban a la escuela, pero cuando llegó el tenis todo se fue pa’ abajo. Antes se vendía el 90% de huarache, ahora el 90% que sale es de zapatos y tenis”, cuenta Alejandro. A veces se va a la Sierra de Tapalpa, pues ahí todavía aprecian sus piezas. “El más vendido es del de correa gruesa para el trabajo y el de arañita”, agrega.
Tiene varios estilos y tamaños. Hay algunos que se tarda en hacerlos un día y medio pues “encorreyar de a puntadita” –la manera en la que él llama al entretejido– es una labor muy meticulosa y tardada.
De costos y modas
— ¿En cuánto vende cada par, Alejandro?
— Mire, este cuesta $500 y el otro $800 pesos, pero la gente no quiere ya pagar esa cantidad.
— ¿Por qué cree que pasa eso?
— Pos orita como ya pasó la moda, la mayor parte de la gente no usa huarache. Hay veces que vendo un par, dos o tres al mes. En Semana Santa, en los cuatro días que estuve en una expo, solo vendí tres. Y es que ya está más caro que el zapato. Hace 10 años valían 150 pesos, pero porque compraba en 180 la baqueta.
— ¿Y ahora en cuánto se la venden?
— Uy, pues a $1,400 y piquito, según los decímetros que mida la baqueta. Por lo general, cada una me ajusta para doce pares. Los que son de correa delgadita y suela más gruesa lleva más piel que los de “abujeritos”.
Juan Rulfo y el Ánima de Sayula
Escuchar a Alejandro es como escuchar a un personaje de los cuentos de Juan Rulfo. A pesar de que han pasado años, esa forma de hablar del sur de Jalisco sigue vigente, como también el olvido en el que aún están quienes no han entrado en la dinámica de trabajar como obreros o jornaleros en las empresas de localidades cercanas.
A propósito de la historia del escritor, recordemos que nació en la casa familiar de Apulco, aunque fue registrado en Sayula, donde se conserva su acta de nacimiento, como la del mismo Alejandro. “Yo casi no me acuerdo haberlo conocido. Sé que vivió de chamaco en San Gabriel y la gente hablaba cuando venía al pueblo”, confiesa el huarachero.
“Aunque, ¿sabe qué? Lo que más conocen de mi tierra es esa leyenda del Ánima de Sayula. Dicen que le suenan las bolsitas con moneditas y muchos no quieren venir por que se les vaya a aparecer. En los años que tengo de vida, nunca he visto el espíritu; y sí, cuando estaba más chico la gente mayor me decía que dizque se les aparecía a espaldas del santuario. Nada más puras bromitas”, explica riendo.
El destino
— ¿Y usted le enseñó a alguien más este oficio?
— No le enseñé a nadie y nadie se ha querido enseñar. Ya no les conviene, porque ya no se vende. Un joven recién casado ya no se sostiene ni el solo. Vendería un parecito en una semana pero salteadito, ya retirado.
— ¿Y quiere seguir haciendo esto aunque esté canija la situación?
— Si Dios me presta más años de vida en la raya me voy a quedar haciendo huaraches. En Sayula ya no hay otro huarachero más que yo y ya no tengo otro destino donde acomodarme.
“Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.”, se lee en Pedro Páramo. Ojalá Rulfo se equivoque con los huaraches y este calzado siga viéndose en los pies que recorren la tierra. Solo el tiempo lo dirá.
¿Dónde encontrar el taller de Alejandro?
Si quieres unos huaraches hechos a mano y con un trabajo único busca a Alejandro Alfaro en su taller, que se encuentra en Prisciliano Sánchez 160, en Sayula, Jalisco,
Puedes llamarle al 342 421 0356 y apoyar a artesanos que, como él, tienen un legado de historia y costumbres de nuestro país diverso. La identidad del trabajo artesanal en las diferentes culturas del mundo es lo que nos distingue de las demás.
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2 Comentarios
HUARACHES
“Fieles, que soportan . . . baches.”
Huaraches que han transitado,
de ida, vuelta, me han llevado,
por suelos arrabaleros,
campos, surcos y senderos.
Han resguardado mis plantas,
de espinas, de piedras, . . . tantas,
me han librado de dolores,
de heridas, de sinsabores.
Reciban este, mi canto,
por ahorita, mientras tanto,
voy camino, aquí, cerquita,
aquí, nomás, tras lomita.
Qué calles no habrán pisado,
cuántas calzadas andado
con la suela de vaqueta
o llanta, sobre banqueta.
Que resistente es su cuero,
leal producto del esmero,
que buenas correas los fajan,
por eso es que así trabajan.
Jornadas recias, de esfuerzo,
siempre duro, nada terso,
han padecido aguaceros,
lodazales, muy severos.
No saben hacer desaires,
pues, hasta en algunos bailes,
han apisonado tierra,
a ritmo de un son cualquiera.
Cactlis, sandalias baratas,
cacles, chanclas, alpargatas,
fatiga los acompaña
desde entrada la mañana.
Divino el talabartero,
artesano, asaz certero,
que ha premiado religiosos,
con mil diseños preciosos.
Están requetebien hechos,
no se miran tan maltrechos,
si vieran cuanto los quiero,
su compañía más requiero.
Han protegido mis pies,
impidiendo algún traspié,
huaraches los que, yo, calzo,
se merecen . . . un descanso.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F, 15 de noviembre del 2017.
Dedicado a Huarachin Huarachon Mx (Sr. Rafael Carlos Castrejón Salgado)
Registro SEP Indautor No.(en trámite)
Gracias por compartir este bello texto sobre los huaraches, saludos. 🙂