Animalezas sonoras: la iniciación musical para niños debe ser divertida
Animalezas sonoras es para Nur Slim un reto y un motivo. Con este proyecto, explora métodos más libres y lúdicos para que los niños descubran lo divertido qué es escuchar cómo suena un elefante, un caimán albino o un tigre. O todos juntos. Ves sus partituras, tienen colores y formas. No hay escenario, esto no es un espectáculo formal sino un mitote colectivo que va cambiando con el momento y los asistentes.
Esta compositora y música mexicana opina que todos podemos acercarnos a la música y eso es lo más natural pues hablamos o generamos sonidos con nuestras manos o cuerpo. Es más, ¿cuántos de nosotros hasta cantamos en la regadera? “Trato de que aparte de que los niños tengan esta iniciación musical natural, vean que hacer música es todo. Es escuchar a los pájaros, que si tienen una servilleta la usen como instrumento, que si tienen un globo puedan improvisar. Me gusta verla como un juego y algo creativo. Tus papás no necesitan comprarte un instrumento carísimo para empezar”, dice.
Nur es un torbellino: apenas si se está quieta para charlar de sus inquietudes, ideas y reflexiones. Quizá esa vivacidad, alegría e irreverencia que la caracterizan logra conectar de inmediato con el lenguaje infantil y enfrentarse a los cuestionamientos de la academia, de los padres de familia que asisten a verla y de otros creadores. No es sencillo cambiar las reglas de cómo estamos acostumbrados a interactuar con el arte, pero sí es necesario preguntarnos cómo puede ser más cercano a otros públicos para que deje de ser visto como algo inalcanzable o exclusivo de algunas esferas sociales.
¿Cómo nace Animalezas sonoras?
Oliver, el hijo de Nur, tiene tres años. Ella treinta y tres. Esa diferencia de edades le hizo pensar en las maneras que tiene cada quién al comunicarse y entretenerse. Al buscar espacios y actividades infantiles para llevarlo, deseaba que hubiera más opciones para que los pequeños pudieran sentirse libres de ser ellos mismos, sin ser juzgados por un mundo adulto que funciona distinto. Esto la motivo a imaginar, componer e inventar este concierto- taller propicio para la improvisación. Bromea diciendo que él es su experimento social.
Dice que estamos en una sociedad en la cual los niños no son tan aceptados como creemos. “En los conciertos si hacen tantito ruido ya es un caos, los voltean a ver feo. Incluso en los que, en teoría, son para ellos. He ido a las óperas infantiles y es horrible si hablan o lloran. ¿Cómo va a ser para niños si no hay está onda de entender que quieren jugar?”, añade esta creadora.
“Muchos dicen porqué los niños no son cómo antes, porqué no están sentados como antes, ¡qué obedezcan como antes! Yo pienso ¿y tú eres como antes? ¿No, verdad? Siempre los estamos criticando. Eso sí: los adultos quieren ser rebeldes, estar en su rollo y ser diferentes. Pero, ¡ah, no, los niños no! ¡Qué ellos sigan siendo soldados como antes y que nos hablen de usted!”, expresa. Animalezas sonoras rompe con esto: la idea es que vayan, jueguen y interactúen para que sientan que la música lo es todo y se diviertan sin límites ceremoniosos.
Animalezas sonoras: qué hay detrás
Nur utiliza musicogramas, es decir, dibujos que ayudan a comprender la música para interpretarla. En ellos plasmó figuras de animales. Estos no tienen un fin únicamente estético, sino que si se los das a un músico, podrán leerlos y tocarlos. Su intención fue romper con la clave de sol y quitarse de la cabeza el pentagrama para poder ser abierta a la hora de crear una partitura. Utilizó métodos como el Dalcroze, el Kodaly y el de Jacob Koller, que unen entrenamiento auditivo e improvisación. La pedagogía fue tomada en cuenta.
Los intérpretes clásicos siempre han leído sus partituras y son las notas que conocemos. Pero fue en la década de los setenta cuando se hicieron gráficas para que pudieran improvisar, no como un jazzista que lo hace con libertad, sino de forma dirigida. Algunos de los precursores que trabajaron con musicogramas son el belga Jos Wuytack, el norteamericano John Cage y el mexicano Manuel Enríquez.
“Entonces, decides por dónde quieres que vaya la línea: si quieres tal nota, si va muy aguda o muy grave, si es muy tosca o muy delgadita, si tiene mucho vibrato…Todo eso se expresa con dibujos. De hecho, también se basaron en el tratado de líneas de Kandinsky para hacer este tipo de partituras”, añade.
Si ya existen todas estas bases y símbolos que tanto el instrumentista de música contemporánea como el músico entienden, una buena forma de acercarse a los niños sería con este zoológico de Animalezas sonoras. “Tal vez el resultado sonoro no sea lo más importante, seguro va a ser súper estridente, pero el niño va a ver un elefante y dirá ¿qué onda?”, agrega Nur, quien les cuenta cuentos, les va dando objetos y se puede tocar la cabeza de este paquidermo, el cuerpo de un tigre y las patas del león pues no hay reglas. Eso es lo divertido.
Lo importante son los niños, no el músico
Ella cuestiona los límites de las relaciones y jerarquías entre adultos y niños. Por fortuna, ha encontrado un campo fértil que se le facilita. “Yo no sé si soy infantil o qué, pero yo no los veo como que ellos son más chiquitos y yo soy más grande. En ese momento todos vamos a jugar. Cuando decides respetarlos en una condición de igualdad, se quedan sorprendidos. Pueden llegar súper penosos a la primera actividad y ya para la siguiente no se quieren ir. ¿Por qué pensar siempre como adulto y que te tienen que ver con respeto? El respeto existe, sin embargo esto no tiene que representar que te vean como que tú eres más. Para mi no va por ahí”, opina.
Encontrar músicos que dejen de lado el ego, que se atrevan a hacer locuras sin rigidez académica y que les gusten los niños ha sido complicado. “De pronto, también en el artista está el yo primero: yo quiero impresionar, yo quiero tocar increíble. En Animalezas Sonoras todo lo que sabes estará en función de los niños. Tienes que hacer un elefante y los sonidos más raros. Tal vez no haya la belleza auditiva que todos conocemos, tal vez harás el ridículo, pero tienes qué esforzarte y disfrutarlo porque te pidieron al elefante-tigre-león. Los niños salen una hora después ya entendiendo ese lenguaje y quizá reflexionen: si en una hora aprendí esto, tal vez sí me guste”, narra.
Nur también involucra a los padres en las dinámicas musicales. Cuestiona la queja generalizada de que los niños “de hoy” estén todo el día en las pantallas. Tal vez eso sea no solo porque las generaciones cambien sino por la falta de atención de sus familiares, ya sea porque no les dedican tiempo o porque no saben cómo acercarse y usar la creatividad a su favor. “Les doy sus partituras, les doy su material y en realidad, son cosas sencillas. Los papás se quedan con ideas para luego jugar con sus hijos”, dice.
El dinamismo y lo azaroso como motivo
Animalezas Sonoras no es estático: los niños también son diferentes, según su contexto, condición social, educación y madurez emocional. “Pueden ser los mismos juegos, aunque lo que voy contando con las partituras es improvisado: voy viendo quién no pone atención o quién tiene problemas. Un día un niño no pudo inflar un globo, se puso súper triste y comenzó a llorar. Entonces, toda la energía se enfocó a que él pudiera resolverlo. También hubo una niña que sé sabía una canción y con eso armamos todo lo demás, porque alguien que se atreve a compartir en público es muy valiente. Lo mejor es que no sabes qué va a pasar y eso me gusta. No hay control de nada”, confiesa.
Aunque está dirigido para niños de uno a diez años, todo depende de ellos: algunos son más sensibles y a otros ya les da flojera jugar. Nur ha hecho cambios según lo que va aprendiendo en el camino. Primero, lo intentó con muchos músicos y vio que era intimidante pues era muy estruendoso. Entonces, ha ido reduciendo participantes. Probó con violín, fagot y corno. Ahora solo Juan Duarte toca el harpa y la flauta, mientras ella se hace cargo de los juegos y la guitarra, además de los instrumentos disponibles para los niños.
“A algunos les va a ir muy bien. También están los que se estresan cuando no están quietos en la silla porque es la educación que les dan sus padres. También nos ha pasado que hubo una vez una mamá que se saturó del ruido e intervino en el juego de manera extraña. Yo les advierto, queridos papás: va a ser una hora de desastre y sé que tal vez muchos de ustedes no lo conciban y digan: ¡No, mi hijo no puede echar tanto relajo, no puede hacer tanto ruido! Solo les pido que esta hora los dejen ser ellos mismos”, explica.
Niños y adultos a jugar: objetivo de Animalezas sonoras
La compositora del cabello alborotado y los ojos brillantes opina que los chamacos quieren jugar contigo, ya sea que tengas 30, 80 o 100 años. Están ávidos de atención, de saber que su interlocutor es la próxima aventura. “Yo en mi depa no tengo tele. Todas las paredes de mi departamento están pintadas por mi hijo. Luego llega gente y me dice: ¡Cómo dejas que tu hijo haga esto! A mi la verdad me encanta ver cómo pinta y lo hacemos juntos para que luego, una vez al año, borremos todo y volvamos a dibujar lo que se nos ocurra. ¿Porque eso está mal? ¿Para qué son las paredes o un tenedor? Este último puede ser para comer o para hacer ruido. Eso es lo que siento que es el mensaje para los papás: ni siquiera necesitarías comprarles tantos juguetes pues la imaginación es una herramienta poderosa”, considera.
Ella, quien desde los once es música, siempre termina poniendo a Miles Davis, Keith Jarrett, Bill Evans, Pedro Aznar o Acaseca, por sus letras y porque viejitas pero bonitas. También es totalmente Disney, muy Hakuna matata y Rey León. Nur, quien ha ganado varias becas y apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes —como con la que se creó Animalezas sonoras— además de otros premios, demostró que puede destacar ante algunos círculos de la élite musical siendo joven, mamá y rebelde, pero en realidad lo que ella ama es la sencillez de la música con guitarra y voz.
Cada fin de semana va a la OFUNAM, también lee poesía y a los griegos porque trabajará en una ópera para niños: es su meta y proyecto de titulación para 2020. “Quiero la anti-titulación porque me he portado mal en la licenciatura: eso quiero para que no me den nada en la mención honorífica”, enfatiza. “He estado componiendo como ellos me piden y quiero lograrlo con toda esa técnica, y a la vez hacer lo que a mi me gusta. ¿Cómo hacer algo muy divertido y escribirlo de tal manera que no me digan que no es música y que siga siendo música popular? Ojalá se pueda”, finaliza.
El valor de la familia, ¿algo pasado de moda?
— Nur, ¿qué te está dejando a nivel musical y personal esta experiencia de Animalezas sonoras? ¿Qué has aprendido a partir de todo esto?
— Va a sonar bien ñoño pero me deja que existe el valor de la familia. Yo soy muy familiar. Claro, tengo mucho espacio con mis amigos y mi novio, pero todos los sábados estoy en casa de mi abuelita, pase lo que pase. Ahora veo que a los niños los dejan con las nanas o con su celular. Hay mucho desapego. En Animalezas sonoras hay una pieza en la que les pongo aromaterapia y lo hago con los papás. Les toco una pieza de son huasteco para tranquilizarlos y terminan abrazadísimos. Me quedó llena de amor al ver eso y reconocer lo que tengo con mi hijo. Ese es el concepto de familia que tenemos en México. Estamos en una época en la cual es como si no estuviera de moda ver a tu familia ni tener hijos. A mi ya me vale. Yo no estaba siendo feliz queriendo encajar en lo que los demás pensaban. Quiero hacer esto para los niños, no tengo nada que demostrarle a nadie. Quiero que la música que hago realmente ayude a mi entorno y a la sociedad. Entonces, si no puedo hacer eso, prefiero no hacerlo.
¿Dónde ver Animalezas sonoras?
Contacta a Nur si te interesa más este espectáculo: nurslimp
Página web: www.nurslim.net
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