La maga del barro en Atzompa: conoce a Enedina Vásquez
Enedina Vásquez Cruz es la maga del barro en Atzompa, esa Santa María Atzompa de los Valles Centrales de Oaxaca. A esta artesana no la olvidas: su voz, su fuerza y su sonrisa lo hacen inevitable. Abre el portón de su hogar y taller y escuchas la música tropical a todo volumen, los guajolotes cloquean y su familia y ella se preparan para la Noche de Rábanos. Lavan estas hortalizas, acarrean cubetas, afilan cuchillos, pinzas y más en la mesa de trabajo. Los hay de todos tamaños, aunque la realidad es que esta actividad es solo algo de temporada: su día a día es ser alfarera.
De lado izquierdo, entras a su taller y tienda. Hay piezas de barro con pastillaje y engobe, lo cual requiere conocimiento de años y talento. Ves en las paredes múltiples reconocimientos y premios; concursos, premios nacionales, participaciones… Desde el inicio hasta el final se encarga de sus piezas, que destacan por la variedad de colores –más de ochenta– que logra con la técnica de reducción de oxígeno, además de por ensayo y error. En este lugar la mayoría solo emplea dos tonos: “Si usted se da la vuelta en los mercados de aquí del pueblo, no va a encontrar algo similar”, advierte con orgullo.
“Aquí las mujeres están esperando a que el marido acarree el barro, que lo prepare, que haga las quemas, que se encargue de lo más pesado, pero da la casualidad que a mí no me gusta que lo hagan porque es un reto que me impuse”, comparte. El camino no ha sido sencillo: su familia, su esposo Raymundo Velasco (quien ahora es su ayudante) y hasta sus vecinos y más mujeres fueron duros y la cuestionaron, pero ella superó adversidades hasta llegar a donde está hoy.
La vida de una artesana: género y trabajo
En una encuesta realizada para el reporte La lucha por la igualdad de Género: Una Batalla Cuesta Arriba de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos se identificaron tres aspectos sustanciales de la desigualdad de género en México: la violencia contra las mujeres, la brecha salarial entre géneros y el reparto desigual del trabajo no remunerado. En este caso, el trabajo artesanal es un esquema familiar y las artesanas además de mantener funcionando el hogar, trabajan.
–Usted tomó las riendas, ¿cree que eso necesitan hacer más mujeres artesanas, que se animen?
–Cuando uno se casa aquí todavía existen costumbres que, para bien o para mal, siguen vigentes. Esas hacen que a nosotros nos corten nuestras alas, nuestro camino de crecimiento como mujer, no solamente de manera profesional. Uno acepta de manera tonta. ¿Vas a dejar tu trabajo independientemente a qué te dediques, que si eres doctora, eres profesora… lo que sea, lo vas a dejar? ¿Te vas a dedicar a ayudar a tu esposo en el oficio en el cual él se encuentre? Y dice uno “Sí”. Eso es lo que hice 14 años. Yo sé trabajar una maceta, una olla, un jarro, una cazuela, un platón. Aprendí con mi marido juguetería vidriada y así estuve 14 años. Lo mío lo guardé en un rinconcito esperando una oportunidad y el tiempo necesario para poder sacar ese bulto que era mi trabajo, mis sueños personales, mi quehacer artesanal que me enseñó mi padre (quien también sigue siendo artesano).
Animarse a desarrollar sus capacidades fue algo que decidió después de una operación quirúrgica en la que tocó fondo. Tuvo una epifanía. “En ese momento dije: ‘Tengo una sola vez, una oportunidad más. Es el momento de ir a sacar ese paquete que está ahí guardado con todos mis sueños, mi trabajo y hacer valer mis derechos’. Me abrí paso prácticamente a codazos, con todas las críticas encima. Empecé a tocar muchas puertas. Empecé de cero”, confiesa.
–Y Raymundo, ¿qué opinaba de este cambio?
–Me dijo: “¿Quieres crecer? Lo vas a hacer sola”. Y yo contesté: “Perfecto, qué bueno que me lo dijiste porque así ya sé qué terreno voy a pisar”. Yo no sabía preparar los barros, ahora sé hacer todo. Hasta mi propio horno lo hice sola bajo los rayos del sol, bajo la lluvia, bajo la luna en 20 días. (…) Fui a traer a mi padre como buen maestro para que ya me dijera que sí y entonces ya le metí leños en cruz para probar a ver si efectivamente había quedado bien.
(Su horno actual tiene una figura de una paloma: lo presume con garbo).
“Como si fuera una gallina que está guardada en un huacal, en una jaula, usted se empieza a salir de a poquito, hasta que, finalmente, termina una saliéndose toda. Y es cuando vienen las críticas, y no vienen unas bonitas, sino que son bastante pesadas y crueles. Por el solo hecho de que ya me veían a las ocho o nueve de la noche en la esquina esperando el autobús con dos o tres paquetes y una pequeña maleta decían: “¿A dónde va, por qué va, con quién se va, por qué va sola? Un día me dije: “Yo no le voy a explicar a nadie, no me voy a disculpar. No estoy cometiendo ningún error y están muy equivocados. Algún día me van a pedir una disculpa con sus hechos”.
El imaginario de la maga del barro en Atzompa
El tipo de pieza que más le gusta hacer y más le entraña a Enedina es el arte sacro, pero su imaginario e inspiración se nutre hasta de sus pesadillas. “Hubo tiempo en que yo tenía unas piezas en secuencia de cuando yo iba de la niñez a la pubertad, de la pubertad a la adolescencia, de la adolescencia al adulto joven y del adulto joven a más viejo. Eran mis miedos, mis alegrías. Todo lo que englobaba esa etapa. Entonces, vino un coleccionista y dijo: “Me impresiona la temática que lleva”. Tengo mis demonios que me atacan y mis ángeles que me defienden, dice. Muestra una escultura de Satán con sus concubinas.
Los costos de cada obra de barro en Atzompa de Enedina van desde los 20 pesos hasta más de 20 mil, todo depende del tamaño, el detalle y el tiempo. Hay algunas en las que tarda más de un mes en finalizar. El esfuerzo físico invertido es mucho, desde traer el material, hasta el moldeado y la venta. Hay toda una ciencia detrás de los barros: se mezclan con agua, se dejan descansar hasta 36 horas, se baten a mano, se cuelan, se escurren, se vuelven a reposar y, por último, se amasan. Está el fino para la decoración, el áspero para las piezas grandes, el azul que es para pastillaje estilo filigrana o el sencillo para la construcción de los hornillos.
“Hay tres minas, en las riberas del río de allá de San Lorenzo. Una está en el monte, en lo más alto, y hay que trabajar más que rápido, porque se deja escurriendo una vez que se sacó; pero debo ir al día siguiente a las cinco de la mañana antes de que vaya un vival y me gané lo que yo ya trabajé. Iba tres días consecutivos y una mañana para cargar la camioneta y luego descargar, era mucha chamba. Terminaba más que exhausta y bien molida. Llevaba yo mi barreta, mi pico, pala y me llevaba yo mi burra”, comparte. Ahora le llevan las cargas y eso aminora un poco la faena, aunque confiesa que toda la vida está trabajando.
La valoración y la nueva generación
–Ya le cambié la mirada a toda la gente y ahora cuando yo llego de algún viaje, agarro mi bici y me voy al mercado. Siempre comemos fresco cada día, que el pan, que las tortillas, cuestiones así para la comida. Estoy muy ocupada y me dicen: “¿Sabes qué? Te compré el periódico y saliste” o “Te vimos en Canal 9 o por cable”. Ya es otra mirada. Lo mismo pasó con la familia de mi esposo. Me vieron en la televisión y en los periódicos y, ahora sí: “Pásale, mija; pásale, mi vida; siéntate, ¿quieres un refresquito, una agüita, un café? ¿Qué quieres?”. Yo me lo gané. Algún día que yo me vaya, no me voy a ir del todo. Y aquí ya están mis hijos.
La mayor se llama Verónica Mariana, la que sigue es Vilma Sandra y el más pequeño es Eduardo Ernesto. Los tres también saben trabajar el rábano y las muchachas también ya moldean el barro. Su nieta (quien no dejó de seguirla durante toda la charla) observa con curiosidad el vaivén de ese día en ese patio en el que los rábanos se amontonan en pilas. Hay más de 600 ahí. Enedina prepara una ensalada con rábanos: le gusta comerlos. Les da mordiscos. Los convierte en flores y en rostros. Cuenta una broma, baila, te observa fijo.
¿Usted cree que el trabajo de los artesanos es valorado?
–No. Hace falta promoción, conocimiento, valoración del propio artesano y conocimiento en la comercialización, porque muchos compañeros le invertimos trabajo, tiempo, material y no están dándose cuenta cuánto vale realmente una pieza. No sucede lo mismo en la orfebrería. Ahí el costo es más alto porque el material es plata, oro… Es otra cosa.
¿Dónde buscar a Enedina?
Calle Libertad (domicilio conocido), Santa María Atzompa, Oaxaca
Teléfono: (951) 203 5976
Agradecemos a Adriana Aguilar, secretaria de las Culturas y Artes de Oaxaca, su apoyo para esta nota.
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