Comida afrodisiaca: entre el deseo, el amor y el umami

Comida afrodisiaca: entre el deseo, el amor y el umami

Comida afrodisiaca: entre el deseo, el amor y el umami

¿Existe la comida afrodisiaca? El antojo es un vehículo del placer, eso es innegable, y a veces solo basta con imaginar para sentir. Una de las actividades que las personas asocian con el romanticismo son las cenas en pareja.

Para un carnívoro, pensar en un trozo de carne y sus jugos al cortarlo logra salivación extrema. Para quien ama el chocolate, sentir este alimento deshaciéndose en la boca es casi orgásmico.

Y sí, “en gustos se rompen géneros”: cada quien sabe qué activa sus sentidos y qué “le pone la piel chinita” (o no). Si quieres saber qué tiene que ver lo alimentario con el deseo y los sentidos, sigue leyendo.

Comida afrodisiaca: comer ostras ha estado asociado a “darle una ayudadita” al tema amoroso y sexual

El amor es cerebral; el gusto, también

Hace tiempo te conté más sobre la neurogastronomía y de cómo el doctor Gordon M. Shepherd de la Universidad de Yale ha estudiado durante varios años cómo funciona el cerebro cuando comemos. Él descubrió que el olor, la imagen y el valor cultural de eso que consumimos es fundamental para que tengamos una experiencia disfrutable más allá del sabor. Algunos ejemplos célebres son la “experiencia Ratatouille” o la anécdota de la magdalena de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust pues la memoria es poderosísima para crear emociones.

A diferencia del imaginario general de que el amor habita en el corazón, debemos saber que es en el cerebro donde surgen emociones relacionadas con felicidad y euforia, declara Herminia Pasantes, investigadora emérita del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en una nota en su sitio oficial.

Expresa que ese sentimiento tiene origen en una zona llamada circuito de recompensa, que se localiza debajo de la corteza cerebral (y que también se activa con las drogas que producen placer, felicidad y euforia), además de que se involucran neurotransmisores como serotonina y dopamina. Esto también sucede al comer.

Comida afrodisiaca: el amor es cerebral y el gusto, también

El deseo y la comida afrodisiaca

Conchas marinas, miel, rosas, cacao… hay diferentes alimentos que son históricamente conocidos por dar “una ayudadita” para el tema de poder sexual y la atracción. Por ejemplo, las ostras han sido un famoso afrodisíaco desde el Imperio Romano. La nota de la periodista Alicia Ault en la revista del Instituto Smithsoniano apunta interesantes datos al respecto, con testimonios de especialistas en diferentes rubros.

Ella afirma que los afrodisiacos pueden servir como placebo y que el deseo es un tema complejo que no se reduce a dar una receta secreta de cuál es la comida afrodisiaca ideal: no es probable que se estimule solo con un alimento, un suplemento, un medicamento o una psicoterapia, ya que la salud sexual está entrelazada con el estado de bienestar físico y mental de forma holística. O sea, hay que echarle ganitas y no pensar que solo con comer plátanos e higos ya nos pondremos “cachondos”.

Comida afrodisiaca: el chocolate y el placer han estado relacionados en diferentes épocas

Por otra parte, Yolanda García, especialista en historia de la alimentación, cuenta más en esta entrevista sobre el chocolate en el siglo XVII y cómo esta bebida era catalogada como una droga por sus propiedades afrodisíacas. Incluso, algunas fiestas religiosas estaban relacionadas con este alimento y existían rituales relacionados con el amor que se hacían con chocolate. Cada época tiene apreciaciones distintas sobre el placer, el amor, las relaciones y la sensualidad.

Manuel Vázquez Montalbán, autor español, escribió en el divertido libro “Recetas inmorales” que no se trata de “buscarle tres pies al gato” y dar reglas al pie de la letra de cómo debe ser la comida afrodisiaca efectiva, sino de “concebir el comer en compañía como una situación afrodisiaca en sí misma, sobre todo si la química de los alimentos se corresponde con la de los comensales”. Él siempre mostró su interés por los gustos de la mesa y dijo que “hay una relación directa entre comer, beber y amar”. Opino que tiene toda la razón.

Comida afrodisiaca: cocinar en pareja es una alternativa para generar empatía

El ritual de comer

Al buscar artículos sobre comida afrodisiaca se le suele asociar con el coito y el “vigor viril”. Gloria Romero Carbajal, maestra y terapeuta de pareja, corporal y sexual, está de acuerdo con la importancia de comer en el ámbito sensorial y del goce pleno, pero, y por fortuna, no comparte el enfoque de que el acto sexual sea la única forma de gozar. Para ella el amor es un ritual y lo que comemos también puede convertirse en eso. Además, la sexualidad no es igual a genitalidad sino el todo: cómo elijo vestirme, moverme y qué identidad decido tener.

Da el ejemplo de cómo Milton H. Erickson, padre de la hipnosis, trabajó este tema y definió al “buen amor” como la “buena comida”. Él hizo la analogía de que una cena amorosa es un ejemplo del equilibrio entre dar y tomar. La pareja escoge un lugar y una luz especiales, privacidad y alimentos que se van consumiendo y disfrutando a cada bocado, con sus aromas y texturas, además de todo lo que provoca en reciprocidad. “La sensualidad es un componente fundamental en el placer. Si veo que mi pareja lleva mi mismo ritmo, esto es una metáfora de saber llevar una relación sexual”, explica.

“Es todo un ritual de seducción mutua, porque no se presiona al otro. Es un equilibrio lindo entre dar y tomar. A veces, esto lo olvidan las parejas que tienen muchos años. Cuando lo hacemos muy conscientes, el estar aquí y ahora para darnos estos minutos de tiempo sagrado para ver una película, comer una botana o disfrutar de un juego de mesa, son oportunidades de decirte cuanto te quiero y que estoy contigo. Así pueden manifestarse los cinco lenguajes del amor: tiempo de calidad, palabras de aliento, actos de servicio, regalos y contacto físico”, agrega.

Añade que también debe pensarse en un menú que te haga sentir bien, que no te lleve al “mal del puerco” de inmediato ni que te haga sentir pesado para disfrutar el momento en pareja. ¿Qué sentirías si a tu “querer” le da pesadez de inmediato y ya no hay chance de que platiquen y luego se apapachen?

Comida afrodisiaca: compartir y tener empatía y ritmo

No solo en pareja

Gloria explica que el amor tiene muchas facetas, no solo en pareja sino individualmente. “Desde que te estés bañando, untando crema o hasta escogiendo el queso y el vino que más te gusta, procura vivir actos de amor. Así la pareja empieza a ser una opción y no una necesidad”, agrega.

“Nacemos sexuados y nos vamos a morir sexuados. Hay que concientizar mucho a la gente: muchos piensan que solo es el coito, y no. Puede ser que ver una película porno o que ciertas caricias en cabeza me lleven a un orgasmo”, opina.

Gloria enfatiza que vivimos un momento en el que se está empezando abrir a una dimensión, desde su punto de vista, más amplia y sabrosona en la que vamos a empezar a descubrir cuántas cosas nos generan placer y vamos a darnos la oportunidad de recibirlo y darlo sin sentir culpas, dentro de los límites en los que cada quien se sienta cómodo. “El principal radar es el corazón y eso que sientes”, recomienda.

Comida afrodisiaca: también en soledad puede disfrutarse del sabor

Del “quiero comerte” al “chiquito pero picoso”

La seducción también está en el lenguaje de doble sentido y tiene que ver con lo comestible cuando decimos “quiero comerte”, “está más buena que el pan”, “él es un mango”, entre otros. El término “foodgasm” se suma a esta relación que se hace de los placeres comestibles con los sensuales.

En su ensayo “Dramáticos placeres: el chile mexicano” Juan Villoro diserta sobre la relación de este ingrediente clave en nuestros sabores con el ámbito de lo sensorial y hasta el masoquismo:

“Por su forma y su encendido temperamento, el chile representa en el argot vernáculo el sexo masculino. Lo interesante de esta mezcla de erotismo y gastronomía es que revierte las condiciones de la supremacía sexual. A diferencia de lo que pasa con Godzilla o el cine porno, aquí el tamaño no importa. Lo fundamental es el contenido. Chiquito pero picoso, decimos para elogiar a alguien débil que se sale con la suya en forma improbable”.

El escritor John S. Allen menciona en The Omnivorous Mind: Our Evolving Relationship with Food que la intimidad sexual, por lo general, comienza con la boca, la lengua y los labios, y que esta asociación comida-erotismo-oralidad está presente en varias culturas. Cita al antropólogo y etnólogo Claude Lévi Strauss y sus estudios sobre culturas sudamericanas como los tupari y la pieza de la artista feminista The Dinner Party que simboliza a la mujer en la civilización occidental en una obra que emula a la vagina y una mesa para una comilona.

El hambre como un mensaje

Por otro lado, en el poema La Suria de la escritora Luza Alvarado se usa la metáfora del hambre como antítesis del goce de devorar, de cómo algo delicioso llena más allá del estómago y de cómo la comida afrodisiaca no podría ayudar ni siquiera en casos extremos de desconexión con la otredad:

Tengo hambre. Te lo dije entre susurros pero los confundiste con el roce de tu barba entre mis muslos. Tengo hambre todo el tiempo. Cuando dejé de comer carne con alma me nació un frío que sube desde el vientre hasta el esternón, ahí donde viven unos bichos que me rasguñan el revés del hueso como diciendo Carroña. Clavan los dientecillos de sus patas en mi pecho y dicen Carroña
reptan rascan roen
crrr    crrrrrrrrrrrr
se arrastran lijan escarban arañan hasta quedarse dormidos de cansancio. Pero apenas te huelen cerca y se arrancan a danzar en círculos
toc toc túmpata
toc toc túmpata crrrrr
túmpata crrrrr
Pusiste tu oreja en la cima de mi vientre para escuchar la bulla del carnaval insectario. Todavía tenías la boca mojada cuando dijiste Sí, ya sé que tienes hambre, y me ofreciste uno de tus tallos. Pensé que estaría lleno de alma, pero la habías olvidado en el bolsillo de otro pantalón. Tenía tantos días de ayuno que te lo comí entero –las chicharras empezaron a rascar–, te comí el tronco, la raíz –las chicharras no dejaban de rasguñarnos–, la lengua y las manos –las chicharras se quedaron dormidas.
Ocurrió que nos quedamos sin caricias. Los límites del mundo se fueron construyendo conforme amanecía. Nos quedamos también sin las palabras con las que atravesábamos hacia la otra realidad, sin esos puentes que nos devolvían nauseabundos desde la tierra recién descubierta por quinta vez.

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La vida como umami

Dulce, salado, amargo y ácido son los cuatro sabores básicos que enseñan en la escuela cuando se aprende sobre el sentido del gusto. Pero, el umami es otra cosa. Lo llaman el quinto sabor pero suena a mantra. Pienso que la palabra “umami“, a su vez, es muy parecida al “¡mmm!” que expresamos cuando algo es delicioso.

El umami es una palabra que fue utilizada por primera vez en 1908 por Kikunae Ikeda, un químico de la Universidad de Tokyo, quien notó características extra ricas en alimentos como el espárrago, los tomates, el queso, la carne, y aún con más intensidad, en el caldo elaborado con kombu (alga) y huesos de pescado o cerdos que se utiliza como base para algunos platillos japoneses (conocido como dashi).

A partir de ese hallazgo, este investigador descubrió que lo que hacía salivar más era el aminoácido llamado glutamato así que aprendió a producirlo en cantidades industriales y patentó un potencializador de sabor llamado MSG, que conocemos como ajinomoto o glutamato mono sódico.

¿Sería acaso como un “viagra del sabor”, un lubricante que hacía todo más sencillo para que la comida no solo supiera bien, sino sublime? ¿Será que el Prozac es el umami moderno para muchos, esa sal que les falta en su vida?

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Hacer delicioso lo cotidiano, más allá de la comida afrodisiaca

Pienso y propongo que hagamos umami lo cotidiano para amarse, festejare y deleitarse a uno mismo y quienes te rodean con eso que parece simple. Esas tres sílabas y cinco letras, que pueden parecer un balbuceo y que definen la “deliciosidad”, pueden verse desde otras aristas.

Desde hace un tiempo me gusta pensar que sí, el orgasmo es de quien lo trabaja y esto no solo aplica en el sentido sexual. Elegir actividades, compañías y comidas únicas puede ser una clave para estar mejor en el día a día para ya dejar de una vez por todas encerrada la frase de “gusto culposo” y dejar solo al vocablo “gusto”.

Darte cinco minutos para tomar el café matutino sin prisa, beberte ese otro mezcal, comerte tu platillo favorito o leer un libro puede llevarte al clímax y la sensación de plenitud: conocerte a ti mismo te hará descubrir tu umami personal. Quizá la idea de la comida afrodisiaca debería salir de algunos clichés, a ideas preconcebidas sobre parejas, sexualidad y romanticismo. Anímate a descubrir qué te gusta a ti.

Sigue leyendo nuestro especial de febrero en el que hablaremos sobre amor, parejas, solteros, corazones rotos, placer y su relación con la comida y la bebida. Descubre cuál de estos cocteles clásicos serías según tu forma de relacionarte y checa la receta del Martini Bishop.

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Autor

  • Periodista y editora. Cultura alimentaria y perspectiva social. El mezcal es mi pastor. Me gusta lo cotidiano extraordinario y compartirlo en historias. Cuéntame, ¿qué te interesaría leer en este blog?

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