Tato Giovannoni, la paciencia del ancla que mira al cielo

“Ten siempre en tu mente a Ítaca. Llegar allí es tu destino. Pero no apresures tu viaje.  Mejor que dure muchos años (…)”.

 Constantino Cavafis

Renato “Tato” Giovannoni sabe que sus raíces tienen sabor a mar, mate y toronja, a viajes, trazos y paciencia. Un tatuaje en el brazo derecho le recuerda que está en su puerto pero mira al cielo y no hacia tierra firme. Encuentra utilidad en la lluvia, sabe a nostalgia. ¿Qué tiene tatuado Tato en la piel y la memoria?

Este bartender, diseñador gráfico y empresario argentino tiene una historia arraigada en el mundo de la hospitalidad y el emprendimiento. Su padre era dueño de hoteles y restaurantes en Argentina, que consiguió a base de trabajo duro, como también lo hizo su abuelo Enrique, a quien Tato describe como un pionero. La primera casa en su natal y marítima Cariló, una localidad de Pinamar en Buenos Aires, fue obra de “Lelo”, el mote cariñoso que da este nieto a su viejo.

La virtud de la paciencia y un viaje

Tato ha sido mesero, jardinero, estudiante de cine, diseñador gráfico y publicista. Trabajó en barras de bares importantes en su país, como Danzón y Sucre. Hoy crea bebidas clásicas con acento argentino en su paradigmático Florería Atlántico, un speakeasy en Buenos Aires que se inspira en la historia de los migrantes de Italia, España, Francia, Polonia e Inglaterra, los cinco países que llegaron a Argentina para vivir el sueño americano. Florería y tienda de discos en la planta baja, bar-parrilla en el sótano. Un local que es posible gracias al apoyo de su esposa Aline y su socio, Julián Diaz.

Él mismo pintó las paredes de su local con monstruos marinos. Paradójicamente, él dibujaba todo menos eso y ahora, éstos seres que recuerdan al temido Cthulhu de Howard Phillips Lovecraft, son parte del encanto interior de un sitio que sirve cócteles fuera de lo común como La esfera azul de Copérnico con colorante azul, vodka, triple sec, gotas de lima y unas coquetas estrellas en una vaso con forma esférica, o simplemente toma agua de mar o de lluvia y hace hielos o cocteles con ella. El viaje ahí es de sabores que cuentan historias.

Otra faceta de Tato es la de la elaboración de bebidas únicas. Él y sus socios desarrollaron una ginebra llamada Príncipe de Los Apóstoles, que incluye hierba mate, eucalipto, menta peperina y toronja rosada. “Algo de mi historia está en esta botella de gin”, afirma. De forma paralela, desarrollan un agua tónica de nombre Pulpo Blanco. Como planes fututos lanzarán al mercado un ginger ale y un vermut con vino Torrontés y 15 hierbas argentinas.

“Me considero un soñador que ha trabajado por sus sueños”, aseguró Tato, un hombre sencillo e inteligente, que se toca la barba cuando habla. Sabe que a sus 20 no hubiera podido tener la solidez actual. Todo su devenir dista de ser azaroso y a sus 40 años, después de desazones y errores necesarios, hoy hace lo que ama con las personas indicadas. La paciencia y el trabajo constante son parte de un camino aún más importante que el talento y no cualquiera aprende a transitar por él.

Raíces familiares, las anclas necesarias

En un intento curioso de definirse sincrónicamente, Tato, parte de la sexta generación de su familia en suelo argentino, decidió hacer una travesía a Luca, el lugar en la Toscana italiana desde donde partieron los Giovannoni a buscar un futuro mejor. Nadie de su familia lo había hecho. Lo emocionó ver esa ciudad entre murallas con muchas iglesias y con ello dar una imagen a lo que había construido con relatos  a través de otros.

Tato siempre quiso tener un logo y sabía que llevaría un ancla. La idea del tatuaje que tiene hace dos años se completó cuando viajaba con su esposa Aline camino a Tokyo, Japón. Hojeó una revista de avión y encontró unos sellos japoneses. Buscó una tatuadora, quien le dibujo un ancla hacía arriba, así como los signos de femenino y masculino. Al mar lo lleva en el corazón. “Todo me termina llevando al océano y de vuelta. Si muero quiero que mis cenizas vayan al mar “, expresó.

— ¿Quién es tu ancla, Tato?

— Mi ancla es mi mujer.

Tato tiene dos hijos, Milo y Matilda. Ellos son muy pequeños aún para dimensionar que lo que viven hoy con sus padres será parte de su contexto. Quizá, en unos años, cuando beban su primer Príncipe de los Apóstoles tendrán sus propias memorias que llegarán sorbo a sorbo y se transformarán en otras historias más por contarse.

Agradecemos a José Luis León y a Licorería Limantour su apoyo para realizar esta entrevista
 
Tatuaje y gin, dos formas de expresarse | Foto: Mariana Castillo
Tato y sus apóstoles | Foto. Mariana Castillo

Autor

  • Periodista y editora. Cultura alimentaria y perspectiva social. El mezcal es mi pastor. Me gusta lo cotidiano extraordinario y compartirlo en historias. Cuéntame, ¿qué te interesaría leer en este blog?

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