Chepa es rarámuri y está orgullosa

Chepa es rarámuri y está orgullosa

Chepa es rarámuri y está orgullosa

A Josefina Oliva González le dicen Chepa. Ella es de San José Baqueachi, municipio de Carichí, ese territorio que continúa resistiendo el despojo. Allá en Chihuahua, donde los vestidos son tan coloridos como las flores y los caminos tan hondos como sus miradas.

Su voz es dulce pero muy bajita. Al principio casi no platica pero ya que hay más confianza cuenta que la ciudad más cercana de su lugar natal está a dos horas caminando, lo mismo que un capitalino haría de camino en automóvil a Santa Fe desde el sur en un día de mucho tráfico.

Ella vive con su esposo e hijos en Cuauhtémoc, en una colonia rarámuri que ella fundó. Son 100 casas. “Vamos seguido a la sierra a visitar a los que van quedando. Ya no tengo mamá y papá, solo dos hermanas y un hermano y primos”, dice.

Los indígenas se van de los pueblos para poder sobrevivir, son dueños sin su terruño. “Trabajamos en casa o en la pisca de manzana y el “desahije”, que es cuando esas frutas “están chiquitas en una rama y hay tres juntas y se separan con las manos”, explica.

¿Qué come Chepa?

Chepa vende tortillas hechas a mano. Prepara salsas de chile jalapeño con cebolla y jitomate. En su comunidad se come pinole y también nopales con huevo, carne molida o chile colorado (o pasado) que ella misma seca. Y hacen bichicori, una calabaza que se congela y luego se seca.

Muelen las semillas de calabaza para hacer un guiso similar al pipián, sin tantos ingredientes. “Eso es cuando tenemos para cocinar. Si no hay, se prepara lo que haiga”. Agrega que muchos alimentos se están acabando como los quelites que “antes habían más pero casi ya no llueve”.

Su mamá le hacía unos que ella pronuncia como “colen”, de hojas grandes y que mezclaba con jitomate y cebolla, o con carne y calabaza. El “quelite del agua” lo revolvía con frijoles de la olla y el “guasoli” se lo comían con pinole como en un “molito”.

—Ya todo es diferente de cuando era niña…

Fiestas para todos y rituales íntimos

Su cultura tiene fiestas significativas y el yumari es una de las que los tarahumaras celebran. “Siempre hacemos el yumari y bebemos tesgüino el 12 de diciembre, que es el día de Guadalupe para dar gracias a Diosito de que estamos bien. Matamos una vaca en la cruz cuando hacen el tonari, que es como barbacoa para que mucha gente vengan a convivir con nosotros”, cuenta.

Hay otros rituales íntimos en los que no se permite la entrada a fuereños como el jícuri y el bacánowa. “Ponen una fogata en medio y alrededor se sientan todos a las cuatro de la mañana y nos curan”, narra Chepa. Ella fue a hacerlo pues le dolían mucho las dos rodillas y la espalda, no podía caminar.

“Usan plantas secretas y van de diferentes pueblos”, agrega. En el texto Jícuri y Bacánowa: Rituales de vida y muerte en la sierra Tarahumara del investigador Ángel Acuña, leo que “jicurí” significa “peyote” y que ambas “curan o protegen a quienes así lo desean y participan del círculo sagrado” o “ liberar el espíritu de quien fallece y ha tenido relación con él, para que su alma suba al cielo”.

Una empanada desconocida

Es la primera vez que Chepa está en la Ciudad de México. En el stand en el que ella trabaja para ese evento que reúne cocineras de diferentes lares en el país ofrecen empanadas Santa Rita. Esa especialidad del estado grande, que mezcla lo dulce con lo salado, lleva carne molida de cerdo, pasas, almendras y azúcar con canela pero ella nunca las ha comido.

Así de distinto es Chihuahua, así de diferente es México y la mejor forma de conocerlo no es en espacios que emulan una kermés y conociendo solo sobre sabores sino hablando con las personas, acercándose a platicar un poco más con mujeres como Chepa.

Las prueba. Le gustan. Pero esa comida no es parte de su cultura alimentaria. Ella echa de menos la naturaleza y a su familia. Y aunque sabe que el día a día es difícil cree en que Dios y la Virgen la cuidan siempre y le dan lo que necesita. Dice que siente orgullo de ser rarámuri. Sonríe con la boca llena de azúcar y se limpia las boronas con su atuendo naranja.

Agradecemos al Foro Mundial de la Gastronomía Mexicana su apoyo para esta nota.

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Autor

  • Periodista y editora. Cultura alimentaria y perspectiva social. El mezcal es mi pastor. Me gusta lo cotidiano extraordinario y compartirlo en historias. Cuéntame, ¿qué te interesaría leer en este blog?

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