Bazar de Velas: ese lugar de curiosa fachada amarilla que está en Churubusco

Bazar de Velas

¿Cuántas veces has pasado por la avenida Río Churubusco y te has detenido a ver la increíble fachada de este lugar? Foto: Claudia Aguilar

En cualquier época del año y para cualquier ocasión, en el Bazar de Velas encontrarás figuras de cera para iluminar y decorar tus eventos.

Sobre Avenida Río Churubusco, en Coyoacán, hay una casa con fachada muy llamativa color amarillo que todo el año está adornada con luces de Navidad y bastones de dulce gigantes. ¿Ya sabes de cuál te hablo? La primera impresión que tiene uno al verla es estar frente a la residencia abandonada de alguien que fue muy fan del cuento de Hansel y Gretel. Causa intriga y despierta un sinfín de posibles historias. Sin embargo, al tocar la puerta de la casa y adentrarse en esta, la historia que se cuenta es solo una —por cierto, nada tenebrosa— y es la de los Rubalcaba, familia mexicana que desde 1960 se ha dedicado con entusiasmo a la fabricación de la vela artística en su Bazar de Velas.

El espacio que está detrás de la fachada es espléndido. Fue pensado para ser un hogar, pero luego se transformó en taller y finalmente en la boutique “Artesanías de Velas”. Actualmente, sigue en funcionamiento, aunque con un nombre diferente: Bazar de Velas. Aquí durante todo el año se encuentran alrededor de 1,500 piezas de diseños comunes y algunos más raros. Todos, ideados por Carlos Rubalcaba Rodríguez, el patriarca de la familia que puso en marcha este negocio junto con su esposa Guadalupe Imaz Silva. Los datos nos los contó Guadalupe, hija del matrimonio Rubalcaba Imaz, quien hoy en día se dedica al negocio. Ella, dice, además de pararse detrás del mostrador para atender con gran esmero a los clientes, está para compartir su historia con el que guste conocerla. La puerta del Bazar de Velas y los recuerdos de Guadalupe asoman el mismo mensaje, uno de amable recibimiento: ¡Bienvenido!

Foto: Claudia Aguilar

Paz y romanticismo, la añoranza que dio inició al bazar

Carlos Rubalcaba Rodríguez fue el primer artesano mexicano en poner un lugar dedicado a la venta de velas. Originario de Yahualica de González Gallo, Jalisco, Carlos llegó a la capital desde muy joven. Aquí conoció al gran amor de su vida: Guadalupe Imaz Silva, con quien tuvo diez hijos. Desde un principio –nos cuenta su hija–, ellos hicieron una mancuerna excelente. Tanto que cuando a Carlos se le ocurrió la idea del negocio de velas, Guadalupe lo apoyó y también le entró a la elaboración y creación de diseños innovadores.

—Él trabajaba en una empresa privada. Cuando regresaba en las noches, junto con mi mamá, se ponía a hacer velitas en la cocina. En este cuarto había siempre una olla de frijoles y una de cera. Empezaron a vender en un local muy pequeño frente a la tienda, antes de poner en forma el Bazar de Velas. Los diseños que entonces vendían eran todos creados por ellos—narra orgullosa Guadalupe—. A manera de ejemplo, nos señala las velas con flores que cuelgan del techo y las blancas que al encender su pabilo desprenden cera de colores; unas de tantas que sus padres inventaron y que llaman la atención de propios y extraños.

Foto: Claudia Aguilar

La formación de Carlos fue autodidacta, nos cuenta su hija. El gusto por la cera lo tenía, pero no sabía nada sobre cómo trabajarla. Fue a base de investigación y lecturas de libros, revistas y artículos especializados que aprendió algunas técnicas para moldearla y poder elaborar velas artísticas que complementaran el ambiente familiar.

Para Carlos las velas eran sinónimo de tranquilidad. En una entrevista con Fidel Leduc, dijo que antes se usaban por necesidad, pero que con el tiempo se convirtieron en un elemento de “añoranza de esos tiempos donde la paz y el romanticismo imperaban en los pueblos”. Por ello, el concepto del Bazar de Velas lleva esta atmósfera. La fachada, por ejemplo, es un guiño a esas viviendas de campo que estaban lejos del ajetreo de las grandes ciudades.

—Llegaban muchas revistas extranjeras y mis papás se inspiraron en los chalets suizos. Les gustaba mucho la cultura de los países nórdicos. De ahí sacaron la idea de la fachada —confiesa Guadalupe—. Al inicio era beige, después verde claro, pero cambiamos el color porque con los árboles se perdía. Finalmente, mi mamá y mis hermanos decidimos pintar de amarillo para llamar la atención. Hoy siguen las tejas y demás elementos que mi padre mandó a construir al inicio para el Bazar de Velas.

Carlos quiso abrir un local que transmitiera paz desde la puerta de la entrada. La atmósfera que creó lo atrajo tanto que optó por renunciar a su trabajo para dedicarse de lleno a la tarea de elaborar  figuras con cera. Ganó la nostalgia por mejores tiempos. ¡Y qué bueno!, porque ahora los ciudadanos hastiados del ajetreo de la ciudad podemos entrar a este Bazar de Velas y contagiarnos de un poco de serenidad.

Foto: Claudia Aguilar

Velas para toda ocasión, porque la creatividad no tiene límites

Mafalda, Frankenstein y hasta de Santa Claus son algunas de las figuras de velas que se pueden encontrar en el bazar. Hay para varias fechas: Día de Muertos, Navidad, Día del Niño, Día de la Madre, para bautizos, primeras comuniones, bodas, cenas íntimas, etcétera. Tienen cerca de 5 mil modelos.

—Siempre estamos en los momentos importantes de un hogar mexicano, porque ahí están presentes nuestras velas que iluminan un lugar, un camino, una vida. Hacemos velas de flores, velas gruesas de diferentes medidas y figuras: cilíndricas, triangulares, en esfera de 40 cm de diámetro o de 3 cm. Incluso tenemos una línea nórdica, que es una vela tipo barroca labrada, exótica y de arte —nos explica Guadalupe mientras atiende a varias señoras que buscan velas para regalar y para una fiesta próxima.

Todo el año, Guadalupe y cuatro de sus hermanos producen velas. Ellos están bien organizados. Dos se dedican a la creación de las velas en la fábrica que tienen en el Estado de México. Un hermano se dedica a la administración, y las otras dos (las únicas mujeres, entre ellas nuestra anfitriona), a la tienda y a hacer los arreglos de las figuras: pintarlas y demás. Están especializados en un área, pero al final hacen un poco de todo, porque de eso se trata el amor por lo que sus padres les dejaron.

—Los hijos comenzamos a ayudar desde pequeños —recuerda—. Primero atendíamos nuestras labores escolares, luego las domésticas y al final las del negocio. Mis papás nos heredaron no solo la responsabilidad de la tienda como negocio, sino también el cariño por este. Nos heredaron la dedicación, la honestidad, la entrega y el amor por las velas.

Todo lo que se encuentra ahora en el Bazar de Velas está hecho por ellos. Las técnicas son muchas. Los hermanos reinventan siempre para crear nuevas velas. En los anaqueles uno puede ver velas hechas a mano, moldeadas, velas en máquina y pintadas a mano:

—En ocasiones ni yo sé cómo las hacen. A todos se nos despertó la creatividad y la imaginación y esta no tiene límites. Uno le busca. Si no me sale a la primera lo intento a la segunda, a la tercera…a la décima, hasta que me salga. Así somos porque así eran mis papás. No te puedo decir exactamente de qué trata una técnica porque son varias.

Las velas de los Rubalcaba siempre van a ser únicas. Hasta las velas de candelero que son de máquina, dice Guadalupe. Y es que ellos apuestan por la calidad y la materia prima: cera de abeja o parafina, nada de materiales tóxicos. Antes de sacar las velas a vender, las prueban para que al final se conviertan en algo que vale la pena comprar. Tienen precios que van desde los 35 hasta los 4,000 pesos.

Foto: Claudia Aguilar

El Bazar de Velas, un lugar en Coyoacán para redescubrir

El Bazar de Velas de Coyoacán es una tienda que no vas a encontrar en otra parte del país. Aquí puedes hallar una gran variedad de velas. Hay muchos extranjeros que la visitan y que creen que es un museo, por ello Guadalupe tuvo que poner el letrero que dice: “No es museo, puede usted comprar”.

¿Por qué es un lugar imperdible?

—Aquí entregamos todo el corazón y la atención a los clientes. Tratamos de que se sientan en un ambiente confortable. Sabemos lo que es estar atrás y delante de un mostrador, por eso nosotros nos encargamos de atender a los que lleguen al bazar. Nos desvivimos para que se sienten a gusto, nos contesta Guadalupe.

El Bazar de Velas abre de lunes a sábado. Y en temporada alta, o sea noviembre y diciembre, de lunes a domingo de 10:00 a 18:00 horas. A veces tienen la puerta cerrada, pero si las cortinas están abiertas y tiene el letrero “Abierto”, solo hay que tocar el timbre y ¡listo! En un dos por tres, el viaje por este mágico lugar de Coyoacán comenzará.

Foto: Claudia Aguilar

Más información:

Facebook: Bazar de las Velas Oficial

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