Escribir libros para niños: Francisco Hinojosa comparte su experiencia

Escribir libros para niños_Francisco Hinojosa

Foto: Claudia Aguilar

Durante mucho tiempo se creyó que escribir libros para niños era rebajarse. La oferta para el público infantil de hace poco más de 40 años era pobre. El escritor mexicano Francisco Hinojosa recuerda que cuando era niño solo leía cómics, porque el resto de los libros estaban mal diseñados y traducidos al español de España.

Hoy por hoy, la realidad luce distinta: escritores, ilustradores, editores, traductores y organizadores de ferias de libros suman esfuerzos para crear y llevar a los niños el material que merecen, uno de calidad. Y es que, tal como remarca el autor de La peor señora del mundo, “un niño lector es un niño exigente y muy inteligente”.

En un pequeño encuentro con la prensa durante la FIL Oaxaca 2018, se hizo un reconocimiento a Hinojosa por su obra literaria y su labor como animador de la lectura. Pero también por su forma tan clara de “hablarle a nuestra conciencia más especial, la de los niños que todos somos, y que de pronto se nos olvida”, como señaló Guillermo Quijas, director de la Feria.

En este pequeño espacio, el escritor compartió su experiencia obtenida a lo largo de 36 años como autor de materiales infantiles.

Así fue como empezó a escribir libros para niños

La pregunta sobre su relación con la literatura infantil se le ha hecho una y otra vez, pero él responde con gran entusiasmo como si se tratara de la primera. Aquel encuentro fortuito que tuvo Hinojosa con los cuentos infantiles le trae gratos recuerdos, pero, sobre todo, lo hace revivir sus inicios como escritor.

Su anécdota inicia a los 16 años de edad, cuando leyó el primer libro que realmente le importó: Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski. Antes de este solo leía u hojeaba los que dejaban en la escuela.

El libro –menciona– fue un premio para su hermano de 13 años por haber ganado un concurso de oratoria. No le gustó, así que Francisco lo tomó. Tras una, dos, tres hojas, él quedó atrapado con la historia que lo trasladó al San Petersburgo del siglo XIX. Al terminarlo –cuenta–, le quedó una especie de hueco y para llenarlo se puso a leer todo lo que había en su casa. Gracias a eso, Hinojosa cambió de profesión, pues había pensado en ser médico o comunicador. Finalmente, eligió la licenciatura de Lengua y Literaturas Hispánicas.

A la par de sus estudios, Hinojosa trabajó redactando notas para periódicos y revistas, y fue en esta etapa de su carrera profesional en la cual le encargaron hacer adaptaciones de leyendas de espantos y libros de educación para niños.

“De hecho, el primer libro para niños que publiqué fue ilustrado por Francisco Toledo. Él puso como condición que lo ilustraría siempre y cuando se tradujera al zapoteco. Eso fue a principios de los 80”. Le fue tan bien a la colección que los editores de la extinta Nobaro dijeron: “Vamos a hacer otros seis libros”.

Hinojosa recuerda que cada uno se ubicó en una etapa de la historia de México con la asesoría del historiador mexicano Luis González y González. Todo iba bien, sin embargo, el reto más allá de los datos fue el tratamiento del tema.

“Yo todavía no tenía una idea clara de qué era un niño. Entregué el libro, los niños lo leyeron y lo rechazaron absolutamente. ¡Imagínense, traía hasta a Vasconcelos! Me regresé a mi casa, no derrotado, y dije: ‘lo voy a volver a hacer’. Lo escribí y lo volví a presentar. Los niños lo leyeron y dijeron ‘ahora sí me gusta’”. El libro hasta el momento tiene muchos lectores, se llama A golpe de calcetín.

A este le siguieron dos libros más, también por encargo. Finalmente, el cuarto fue uno que Hinojosa desarrolló de principio a fin: La fórmula del Dr. Funes. “Me divertí tanto, lo gocé tanto que dije: ‘sí, sí me gusta’”, comenta el escritor y trae a la charla una segunda razón que lo llevó a escribir libros para niños.

“En 1985, en Villahermosa, Tabasco, mientras estuve como jefe de Difusión Cultural del estado en el Instituto de Cultura, invité a autores a hablar de sus libros con niños. Me interesaba ver cómo era trabajar con los niños. Un día fui al Pejelagartero 3 y estaban reunidos 100 niños. Les leí un cuento, mi primer libro, y al ver sus caras de disfrute y las preguntas que me hacían dije: ‘yo quiero seguir viendo esas caras, ¿qué hay que hacer?’. Claro, ¡seguir escribiendo!”.

Imagen: Fondo de Cultura Económica

Claves para escribir libros para niños

Francisco Hinojosa reconoce que escribir libros para niños es una tarea compleja, porque los pequeños son muy exigentes. “No se van con cualquier cosa, menos ahora. Si hay algo con lo que yo no estoy contento, no lo publico. Yo tengo que estar satisfecho y, cuando lo estoy, puedo llenar las expectativas de un niño o joven que me vaya a leer”.

En este sentido, explica que a la hora de desarrollar libros infantiles es necesario tomar en cuenta ciertos elementos como el lenguaje sencillo, el humor, el juego, pero no solo como tema, sino como forma de relacionarse con el lector, pues también el tema puede tocar realidades complejas y muy actuales. Y afirma que la concepción de los niños ha cambiado con el paso del tiempo, es decir, antes se pensaba que el público joven solo era capaz de leer cuentos de hadas, princesas, monstruos, príncipes, animales.

“Hoy los temas son fuertes, Recuerdo haber sido jurado del premio SM y lo ganó un libro de desapariciones forzadas. Ahora están las migraciones forzadas, ya saben: lo importante no es el tema, sino el tratamiento que se le da”.

Para Francisco Hinojosa los niños son grandes lectores. De hecho, asegura que si las encuestas, esas que dicen que el mexicano lee poco, tomaran como universo a la población menor de 12 años, los datos serían otros.

“Soy muy optimista con las estadísticas que dicen que los niños y mexicanos leemos poco. Recordemos que las encuestas toman en cuenta a los de 12 años para arriba y entonces el resultado es que leemos como tres libros al año, pero si tomáramos un universo de los 5 a 12 años subirían los números bastante y como muestra están las ferias del libro”, concluye.

Imagen: Fondo de Cultura Económica

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