Historia de las cartas de amor

¿Alguna vez te has preguntado cuál es la historia de las cartas de amor? Hoy, el amor epistolar ha tomado formas más instantáneas, tal vez menos  románticas o solo diferentes, de acuerdo a los avatares que la tecnología y la globalización han traído consigo. Pero como todo, tienen una historia interesante que no solo es sugestiva en sí misma, sino que abre variados panoramas sobre las sociedades de otras épocas: manías, costumbres y evoluciones.

Decía Virginia Wolf (escritora británica de principios del siglo XX) que “las épocas en las que no se escribieron cartas (…) son un páramo en el tiempo”. Lo cierto, es que como medio de comunicación, en todos lados donde hubo/haya letras, habrá mensajes enviados, cartas, y casi seguro entonces, cartas de amor.

Estas, que tienen como fin desbordar las pasiones sobre un ser amado y no tanto dar una imagen conveniente o inconveniente del entorno en el que la historia de amor ocurre, suelen resultar más sinceras, convirtiéndose en interesantes retratos del pensamiento de las diferentes épocas.

Historia de las cartas de amor

Las primeras cartas

Los griegos

Simon Garfield en su libro Postdata, cuenta que los griegos amaban las cartas, pero que al menos las que se han conservado, carecen de emotividad e intimidad (incluso las personales). Tal vez, como aventura el autor, esto se deba a que esos mensajes más personales fueron destruidos por los involucrados en la comunicación; o, segunda hipótesis, a que en aquellos tiempos, la idea de individualidad no era la misma que ahora.

Los romanos

Después, a principios del siglo I d.C., los romanos escribían sus cartas en latín y en su mayoría con tinta en tablillas de roble, abedul y aliso muy delgadas (de 1 o 2 milímetros de grosor); algunas se doblaban como se hace con un sobre y otras, si se pensaba que valían la pena, se pasaban a papiro. A esas tablillas es que se refiere Ovidio en El arte de amar cuando dice: “Si tu amante sondea el vado con las frases que escribió en las tablillas de abeto, encarga a una cauta sirvienta recoger sus misivas, reflexiona al leerlas, y colige de su propia confesión si es fingida o nace de un alma realmente enamorada”.

Los romanos, fueron los primeros en escribir cartas en toda forma y entre las pocas misivas de amor que se conservan de su imperio, destacan dos colecciones: las cartas de Plinio a su tercera esposa, Calpurnia, en las que intercambian apasionadas palabras que dejan ver su adicción a las cartas; y la de Marco Aurelio y Frontón, en la que se puede leer a Aurelio con su “Muero de amor por ti” y la respuesta de su tutor: “Tu ardiente amor me ha dejado aturdido, como golpeado por el relámpago”.

Antigüedad Tardía

En la Antigüedad Tardía, los primeros tiempos cristianos e incluso en gran parte de la Edad Media, las cartas de amor no eran muy abundantes, quizá debido al analfabetismo de la mayoría y a que eran los hombres de la iglesia los que decidían qué podía escribirse y qué no.

Cartas de amor en la Edad Media

Es en el siglo XII cuando sucede otra intensa historia de amor epistolar que trascendió hasta nuestros días y nos sigue apasionando. Pedro Abelardo (filósofo y religioso) se escribe con su pupila Eloísa –según él mismo menciona en su autobiografía–, con la que sucedió que “al amparo de la ocasión del estudio [comenzaron a dedicarse] por entero a la ciencia del amor.”. Dijo también: “Pensé que muchas cosas las expresaría mejor por escrito, pues es más fácil ser atrevido por escrito que de palabra”.

Las apasionadas cartas entre ellos, aunque fueron encontradas y publicadas en 1970, no se hicieron de su desbordante fama hasta 1999 cuando fueron publicadas bajo el título Las cartas de amor perdidas de Eloísa y Abelardo por Constant J.Mews.

Manuales para escribir cartas de amor

El primer manual para escribir cartas que se menciona en la historia es del siglo IV y fue escrito por Demetrio. Él pensaba, según refiere el periodista y escritor Simon Garfield, que “todo el que escribe una carta lo hace como imagen de su propia alma” y que “la carta escrita y enviada es como una especie de regalo”; ambas reflexiones muy apropiadas para una carta de amor.

El arte de escribir cartas de amor

Mucho después, en el siglo XIII, como poco a poco se había ido introduciendo la idea de que la escritura de cartas no podía dejarse a la intuición, el arte empezó a enseñarse en las escuelas y surgió el manual de Boncompagno. Existían escribanos profesionales que ponían su puesto en el mercado para ayudar a los cortos de palabra escrita; y se publicó el Ars dictaminis, un manual para escribir cartas familiares y otras más personales, según dictaba la tradición retórica.

Italia y Francia, seguidos de Inglaterra, fueron los primeros países en publicar este tipo de manuales, los cuales ganaron mucha popularidad. Dejada atrás la Edad Media, ya con la imprenta en plena función, empezaron a surgir algunos que incluían una sección completa con consejos sobre cómo hacer una carta de amor, como El secretario inglés de Angel Day en 1586.

En las escuelas inglesas isabelinas, el manual más popular era el Methodus de Conscribendis Epistolis de Georgius Macropedius del cual dicen que fue el que conformó el estilo de las cartas que se leen en las obras de Shakespeare.

Parodias de manuales

Hubo también algunos detractores de estos manuales como los autores satíricos de la época quienes apenas salía un manual, ya lo estaban parodiando. En 1602 con la publicación de Un envío con un fajo de cartas ya hechas de Nicholas Breton, estas parodias tomaron plena forma. Una de las mejores según Simon Garfield, es el anónimo El mensajero de Cupido (1629), dedicado principalmente a las cartas de amor.

Para el siglo XVII se había popularizado el arte del cortejo epistolar y esto hizo aparecer más manuales para lograr “la expresión refinada”. Las cartas no eran más cosa exclusiva de la Iglesia, y aunque muchos no hacían caso al sinfín de consejos en las guías, en estas podían verse estrictas indicaciones de dónde colocar nombre, saludo y remitente y cómo estructurar el texto según la convención de la época.

Cartas de amor regias y famosas

En el siglo XVI, debido a la necesidad de confidencialidad del rey Enrique VIII (quien además de tratar sus asuntos de gobierno escribió apasionadas cartas de amor a Ana Bolena) se creó el llamado Correo Real que aseguraba la transportación segura de la correspondencia de la corte.

Estos mismos años son los de Shakespeare, que aunque no se ha encontrado que tuviera una producción de cartas personales, sí pueden verse muchas dentro de sus obras. Simon Garfield menciona que es en esta literatura donde las cartas se convierten en algo más que un vehículo de noticias: personajes por derecho propio.

En los siguientes tres siglos, el correo también se industrializó: llegaron las estampillas y las redes de distribución, las tarjetas postales, la costumbre de escribir en el día de San Valentín, las tiendas de sobres y papeles decorados, los sellos, más manuales y otras tantas monerías.

De igual forma, comenzaron a destacar muchos famosos de todo el mundo y ámbitos, que se han rendido al placer (o sufrimiento) de escribir cartas de amor y han aderezado su fama con ellas. Voltaire a Olimpia Dunover, Napoleón a Josefina, las cartas de Jane Austen, las de Bethoven a su amada inmortal, Simón Bolivar a Manuela Sáenz, Einstein a Mileva, Victor Hugo a Adèle Foucher, Kafka a Felice, Hemingway a Mary, Lewis Carol a Gertrude. También las de Freud, Balzak, Joyce, Keats, Virginia Woolf, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, etcétera, etcétera, etcétera.

Conoce algunas cartas de amor fogosas y famosas.

Cartas de amor en la era del Internet

Hay quien dice que la carta clásica empezó a morir con la llegada de la estampilla (su industrialización), pero como mencionábamos en el texto Celebra febrero con cartas de amor, tal vez podamos entender la carta de amor no como un objeto, sino como el significado que conlleva, y podemos hacerla valer como tal cuando aparece en los medios de hoy.

Enfoque piscoanalítico

El argentino José Vidal hace en su blog una reflexión en 2011, basándose en sus lecturas de Jacques Lacan (psicoanalista), en la que señala que el mensaje de amor en un chat o en Twitter (podemos extenderlo a Facebook, YouTube) “es guardado como algo valioso, examinado, repasado en su sintaxis, en su ortografía e incluso en su tipografía […] Para muchos eliminar un [mensaje] representa un esfuerzo y el sujeto solo lo hará cuando [este] se haya tornado obsoleto o cuando pueda ser leído por otros. El mensajito requiere de una atención en el detalle, en la precisión…”

Por otro lado, el mensaje de amor escrito mantiene el paso (la pausa) necesario entre uno y el destinatario, que dice de la ausencia, de la separación. Permite entonces que no pierda su esencia, pues logra hacer sentir el “no estamos juntos y aun así lo estamos siempre”.

Vidal añade la visión de Lacan que apoya este pensamiento: “la carta de amor es un objeto coleccionable, es releíble, puede ser estudiado y ser objeto de investigación. Si a las palabras se las lleva el viento, a la carta de amor no, ella tiene une fijeza, una posibilidad de análisis y de retener goce”.

Pienso que pasa lo mismo con todos esos mensajes de amor en el chat y en las redes sociales. Porque quizá, si tomamos esas ideas y pensamos que toda comunicación es un acto de amor, entonces todo mensaje es una carta de amor y al estar en constante contacto, diciendo “TQM” o enviando emoticones llenos de corazones, ahora es cuando más existen las “cartas de amor” y tú y yo y todos, hemos estado escribiendo nuestras historias amorosas todos los días, guardándolas en bytes para después recurrir a ellas y recordar como dirían los psicoanalistas “todo el goce”.

¿Qué opinas?

¿No te parece apasionante la historia de la correspondencia amorosa? Si quieres profundizar en el tema del correo postal y enterarte de chismes y anécdotas bien documentados,  te recomiendo que leas sin falta el libro Postdata de Simon Garfield varias veces citado en este texto, el cual, en lo personal, me pareció apasionante y sin duda una larga y sentida carta de amor a la historia de la correspondencia.

 

Fuentes:

Garfield, Simon. Postdata. Trad. Miguel Marqués. Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U. Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona.

Vidal, José. La carta de amor en el siglo 21. http://lacanparaafuera.blogspot.mx/2011/04/la-carta-de-amor-en-el-siglo-21.html

Ovidio. El arte de amar. http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/o/Ovidio%20-%20El%20arte%20de%20amar.pdf

Ovidio. Heroidas http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080013730_C/1080013731_T2/1080013731.PDF

Pedro Abelardo, Historia de mis desventuras. Traducción, estudio preliminar y notas: José María Cigüela. Centro Editor de América Latina S. A. 1983 – Buenos Aires, Argentina. https://epokhegoliarda.files.wordpress.com/2009/07/abelardo-pedro-historia-de-mis-desventuras-doc.pdf

Autor

  • Editora, viajera, lectora, escritora y creadora de contenido. ¿De qué escribo? De este universo y sus habitantes en todos sus ámbitos y rincones, pienso que todo tiene su lado interesante. Me gustará compartirlo contigo.

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