Ayuda a panaderos tradicionales del Istmo con Una mano para Oaxaca
Ayuda a panaderos tradicionales del Istmo con Una mano para Oaxaca, un proyecto social que busca que los que se dedican a este noble oficio recuperen su fuente de ingresos, sus hornos de pan e insumos para volver a empezar.
Después de un desastre natural, la etapa de reconstrucción suele ser la que más tiempo, recursos y esfuerzos requiere y la reactivación de empleos es fundamental para que los habitantes continúen sosteniendo sus hogares.
¿Cómo nace Una mano para Oaxaca?
Perseida Tenorio es originaria de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec. Al ver que el sismo del 7 de septiembre afectó su región natal decidió llevar víveres para ayudar.
Estando allá platicó con uno de los panaderos más célebres del lugar, Francisco Rodríguez, mejor conocido como “El amigo Paco”. Él le expresó que apreciaba mucho su acción pero que le sería más útil el que le reconstruyeran su horno panadero pues esa era su principal fuente de ingresos.
Durante el terremoto, el 90% de las casas de esta localidad quedaron destruidas y se vieron afectadas sus fuentes de autoempleo, como es el caso de estos hornos donde se elabora el pan tradicional.
La importancia del pan para los istmeños
La panadería tiene un papel importante para la cultura istmeña. “Estamos muy acostumbrados a cenar café con pan o totopo con queso”, explica. El pan bola, el pan de pasta y el pan cuerno son los más consumidos, aunque también está la quesadilla de arroz, o como dicen en el Istmo: “quesadía”, son bocados entrañables.
El equipo de Una Mano para Oaxaca tiene el registro de una dinastía de panaderos que lleva más de 280 años en el oficio; por lo cual, cuidar el legado es un punto a favor de su iniciativa.
Por otro lado, es esencial hablar del impacto económico de toda una cadena comercial que depende del funcionamiento y el uso de los hornos. Los panaderos y sus familiares venden este alimento y compran sus insumos a otros. En Ixtaltepec se tiene un registro preliminar de que al menos 100 hornos están destruidos y su prioridad son quienes dependen directamente de ellos.
“Son 32 familias las que los necesitan y aunque la meta es 30, creo que será posible llegar a esas 32. Hay que decir que no todos ellas se dedican solo al pan: algunas también son cocineras tradicionales que elaboran platillos en ellos, tales como puré de papa, carne horneada y otros”, dice.
El desarrollo social efectivo necesita escuchar
“Uno de los principios en el trabajo social es que para que la comunidad se apropie de la solución esta debe venir de ellos mismos. Creo que esa es la clave del éxito de este programa pues la gente misma es la que lo dijo y es una necesidad que ellos pidieron”, afirma.
Perseida tiene experiencia trabajando con comunidades y en programas de desarrollo social. Explica que hay diferencias para trabajar en lugares de extrema pobreza, que en aquellos que necesitan reactivación económica, o que son zonas de desastre. “En las primeras no se trata de darles el pescado sino enseñarles a pescar y aquí en el Istmo se trata de darles el anzuelo”, dice.
Ella ve programas que ofrecen soluciones sin hacer análisis o preguntar de manera directa cuáles son los principales requerimientos de quienes recibirán el beneficio. También agrega que uno de los retos más apremiantes es que ellos no quieren perder su cultura pues están muy arraigados a sus costumbres. Da como ejemplo que algunas personas piden tortillas para comer los frijoles que se les envían, o que rechazan el atún de las despensas donadas pues no es algo a lo que se adapten fácilmente.
Tequio, regresarle algo a la comunidad
Cada horno cuesta $5,790 pesos y se pide que el material para la fabricación de cada uno sea donado, ya sea en especie o con dinero (a través de Dreamit o comunicándote con Perseida y su equipo).
Algo fundamental para entender el carácter de reciprocidad que da sostén a este proyecto es que la mano de obra no está incluida y es voluntaria. Para ello participan los mismos habitantes de Ixtaltepec, quienes siguen el tequio, una tradición que consiste en un apoyo colectivo entre vecinos.
Perseida, por ejemplo, desde los 17 años salió de su terruño para estudiar en Querétaro la carrera de Ingeniería en alimentos, pero acaba de renunciar a su trabajo para volver a vivir en el Istmo, pues siente “un compromiso no solo social, sino emocional” de ver a su pueblo en las ruinas. “Tuve la oportunidad y la bendición de irme a estudiar fuera y esto es una forma de regresar algo a mi tierra”, finaliza.
Varias cabezas piensan mejor que una
Perseida no está sola y su equipo de trabajo está conformado por su hermano, Prometeo Tenorio; su tía, Aurora Toledo (cocinera tradicional y propietaria del restaurante Zandunga en la capital oaxaqueña, que dirige en conjunto con su familia); Marín Villanueva, Patricia Catalán, Adia Corres, Alejandra Rosado y Quitterie Ducret.
“Hoy, por ejemplo, le entregamos material para su horno a otra panadera, a la señora Marbella, y estaba muy agradecida. Ella me conoce desde niña y me dijo que antes de hablar yo ya comía pan. La comida nos define desde que nacemos”, añade.
Este es otro plausible ejemplo entre las iniciativas civiles que han surgido en el país ante la emergencia vivida. Con ellas se tejen redes de apoyo en común, sin esperar a que instancias oficiales actúen (y sobra decir que son más lentas y, a veces, insuficientes). El poder de la sociedad es enorme: solo se requiere de unión, solidaridad, paciencia y trabajo.
Más información:
Si quieres ayudar entra a sus redes y página de donación, o escríbeles:
Página de Dreamit: dremit.com/dreams/consultar/159/
Facebook: manoparaoaxaca
Mail: unamanoparaoax@gmail.com
Agradecemos a Oaxacking, a Aurora Toledo, a Marcos Jiménez y a Una mano para Oaxaca su apoyo para esta nota.
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