La historia detrás de 3 curiosos objetos del tatuaje mexicano
Tony Serrano, mejor conocido como “Tony Chacal”, en 2014 creó el Museo del Tatuaje, espacio donde se resguardan más de 3 mil objetos relacionados a la alteración corporal como expresión y como ornamento para satisfacer el sentido de belleza.
Su espíritu de coleccionista -que inició hace más de 25 años- lo llevó a guardar todo lo que tenía que ver con tatuajes: desde tarjetas de estudios hasta máquinas; algunas de sus amigos, otras de carcelarios que fueron creadas a partir de los objetos que tenían a su alcance (rastrillos, encendedores, plumas, etcétera).
Tony lleva tatuada en la piel la historia de estos objetos. Cada uno de los diseños que porta, fue creado con piezas y por personas de fotografías que ahora se exhiben.
Tony es como un libro que con ejemplos, o bien, con anécdotas, revela no sólo cómo han evolucionado las técnicas y los procesos, sino también la cultura del tatuaje en México. Tiene muchas experiencias que vale la pena escuchar y también compartir.
Estas son algunas…
La primera revista de tatuajes en México
Tony le tuvo tanto aprecio al mundo del tatuaje que desde chavito quiso reunir cuanta cosa podía. En este ir guardando cosas, uno de los primeros grandes tesoros que tuvo fue una revista de tatuajes. Con ella pudo ampliar sus horizontes, conocer nuevas herramientas y estilos.
Según recuerda, las primeras revistas de tatuajes eran de motociclistas (porque eran ellos los que siempre portaban diseños en la piel). En éstas empezaron a tener secciones de tatuajes, hasta que salió la revistaTattoo Magazine que se publicaba sólo cuatro veces al año.
México no se quedó atrás en este tipo de publicaciones. En el barrio de Tepito, hubo un amante de los tatuajes que hizo su chamba y sacó a la luz Tatuajes Arte Marginado.
“Fue hecha por ‘El Socio’, todavía vive y tiene su estudio de tatuajes en el ‘barrio bravo’. Además de ser la primera hecha en México, esta revista es muy importante porque muestra cómo se vivía el tatuaje en el país en una época en el que no era bien visto”, explica Tony.
‘El Socio’ se aventó el paquete solo. Hizo todo: fotos, textos, diseño, impresión y hasta se encargó de la distribución. Su único objetivo era compartir con la gente aquello que tanto amaba. Fue una revista hecha por la banda y para la banda.
En la portada se puede ver uno que otro dedazo y en el interior algunas faltas de ortografía. Pero, la intención es lo que cuenta, ¿no?
“Es importante que la gente la conozca. Se puede dar una idea de las carencias y limitaciones con las que vivían las personas que se dedicaban al tatuaje, y que hacían hasta lo imposible para compartir su pasión con otros”.
Máquinas hechizas y carcelarias
El ingenio del mexicano lo puede todo. Y para prueba estas máquinas construidas a partir de los objetos que se tenían en casa. Las opciones de materiales incluían piezas de grabadoras, secadoras, rasuradoras. carros de pila, plumas, estilógrafos, jeringas y cepillos de dientes, por mencionar algunos, claro.
Con la misma carencia, incluso más, en cárceles se crearon las mismas máquinas.
“La cantidad de objetos con los que tatuaban era más ingeniosa. Desde mi punto de vista, el tatuaje carcelario es la cuna del tatuaje moderno en México”.
Tony no exagera cuando dice esto. Imagina que la tinta se obtenía al quemar vaselina, rastrillos o cosas de plástico.
“Luego, ponían un plástico, vidrio o cualquier objeto que detuviera el humo que emanaba de la combustión de los plásticos. De modo que al quedar atrapado (es un humo muy denso) podían después rasparlo ya en forma de polvo.
Después lo mezclaban con agua, pasta de dientes o shampoo y con eso hacían la tinta. Lograban varias tonalidades de negro”.
En cuanto a las máquinas, los presos desarrollaron un proceso para conseguir una velocidad de 15 volts.
La mayoría llegaba a 100, así que para evitar romper las láminas o volar los motores, metían los cables en un vaso con agua y sal, esto servía como eliminador y permitía trabajar correctamente.
Carteles de la ‘Exposición del Tatuaje’
Luego de saber que en Guadalajara se había realizado una exposición de tatuajes,Tony, junto a su maestro “El Chino” y otros compañeros, se aventuró a buscar un salón para realizar un evento similar. Salones de fiestas y otros espacios fueron de las primeras opciones, pero los dueños los ignorában en cuanto escuchaban la palabra tatuaje.
“La alternativa fue una casa de dos pisos en la colonia Casas Alemán, la rentamos y ahí hicimos la expo. Tuvimos miedo de que llegara la policía, no porque estuviera prohibido el tatuaje, sino por que hiciéramos la expo; circulaban muchos estigmas alrededor de las personas que se dedicaban a esto”, cuenta Tony.
Asistieron más de 20 personas. “Recuerdo que en esa expo se juntaron de a tres tatuadores por cuarto; eran unos cuatro o cinco cuartos. El que no haya llegado la policía y que la gente sí haya asistido, fue una gran sorpresa”.
Todos tatuaban en el suelo y únicamente una persona llevaba equipo profesional. Los demás utilizaban máquinas rústicas como las de la cárcel, con motores de grabadoras y agujas de chaquira o cuerdas de guitarra.
La idea de una exposición de tatuajes es reunir a artistas para que muestren su arte en vivo. En la primera expo ni siquiera hubo sillas, la única que hubo fue para hacer el concurso en la sala.
“Es muy importante recordar la exposición porque fue a partir de ésta que se organizaron 14 más. La número 15 se realizó en Expo Reforma con una afluencia de alrededor 10 mil personas. Hubo 100 stands, con dos artistas cada uno. A uno de estos eventos llegó Carlos Monsiváis y le pedimos que fuera jurado y aceptó”.
Ahora la expo es considerada una de las 10 mejores del mundo y es visitada por más de cinco mil personas.
Si quieres conocer más sobre la historia del tatuaje en México, visita el Museo que se ubica en Insurgentes Sur 221, col. Roma. El horario es de martes a domingo de 10:00 a 18:00.
Buenas noticias: la entrada es libre.
Más información:
Facebook: Museo.tatuajes.mexico
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