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Juan Rulfo: algunos lugares de su infancia en la Ruta de los Murmullos

Juan Rulfo: algunos lugares de su infancia en la Ruta de los Murmullos
  • Publicado16 mayo, 2018

Conoce algunos lugares de la infancia de Juan Rulfo en San Gabriel y Tuxcacuesco, al sur del Jalisco. Estas dos poblaciones son clave en el devenir de este narrador mexicano.

Hay viajes motivados por el descubrimiento y que nacen por la necesidad de entender algún tema. En este caso, tomé las maletas y me fui al Llano Grande para indagar un poco en la vida de este autor. Quizá no es la típica travesía cómoda y con alta demanda turística, pero me gustan los pueblos para observar.

Buscar esos sitios que no están en las guías de viaje es útil para salir de lo común, lo que te reta a nivel humano. Pedro Páramo y El llano en llamas alojan las voces del México de campesinos y hacendados, de fantasmas y memorias, de tragedias, amores y olvidos.

Juan Rulfo de bebé Foto: Fundación Juan Rulfo
Juan Rulfo de bebé Foto: Fundación Juan Rulfo

Los lugares de la infancia de Juan Rulfo: Apulco y su nacimiento

Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nació un 16 de mayo de 1917 en la Ex Hacienda de Apulco, al sur de Jalisco. Es probable que él no imaginó que su trabajo seguiría inspirando a más de un creador sin importar el paso del tiempo.

Aunque fue registrado en Sayula, ciudad donde se conserva su acta de nacimiento —y de la que te contaré más en breve—, fue en este sitio, que ahora pertenece al municipio de Tuxcacuesco, donde su madre María dio a luz.

Estas tierras eran de su abuelo materno, Carlos Vizcaíno Vargas. La familia las regaló un tiempo después a un grupo de Monjas Adoratrices del Santísimo Sacramento. Ahora se conoce como el Monasterio de la Virgen de la Paz, explica José de Jesús Guzmán, cronista de San Gabriel. Él es el guía de la Ruta de los Murmullos, que se realiza desde 1998, gracias a la iniciativa del periodista Virginio Villalvazo, quien era especialista en investigaciones rulfianas.

Ex Hacienda de Apulco, el lugar donde nació Juan Rulfo Foto: Mariana Castillo
Ex Hacienda de Apulco, el lugar donde nació Juan Rulfo Foto: Mariana Castillo

Ex Hacienda de Telcampana, donde el llano comenzó a incendiarse

A Juan Nepomuceno Pérez Rulfo “Cheno”, el padre de Juan Rulfo, lo asesinó Guadalupe Nava, en el Potrero de la Agüita en junio de 1923. Los problemas de tierras, las discusiones acaloradas y las venganzas podían terminar en balazos en este tiempo —y en todos—.

A ese niño de seis años le cambió la vida desde entonces. El duelo le seguiría, con él aprendería a convivir más de lo que creía porque sí, “la gente se muere dondequiera”. Llevaron al difunto, a su difunto, desde las que ahora son las ruinas de Telcampana hasta su casa en San Gabriel, entre los cerros conocidos como “Los Comalitos”.

Salió la carreta con el cuerpo, el pesado cuerpo. El llano ese día estaba en llamas por las teas que alumbraron el cortejo fúnebre, le contó Severiano a Juanito. Eso narra José, que es de los que saben. Ese antiguo y derruido casco sirve hoy en día como escenario de conciertos, obras de teatro y eventos del Festival Cultural Juan Rulfo.

Ex Hacienda de Telcampana, donde el llano comenzó a incendiarse Foto: Mariana Castillo
Ex Hacienda de Telcampana, donde el llano comenzó a incendiarse Foto: Mariana Castillo

San Gabriel, la infancia de Juan Rulfo 

Los primeros años del hombre- leyenda fueron en esta ciudad. El primer punto visitado en San Gabriel son los Arcos del Portal. “Hay una parte en Pedro Páramo que dice: De Apango han bajado los indios con sus rosarios de manzanillas, su romero, sus manojos de tomillo”. Antes, ahí vendían sus hierbas y pulque habitantes de dicha población —y aún lo hacen, pero se ubican en la plaza y el puente—.

El kiosco y el Templo del Señor de la Misericordia de Amula se encuentran muy cerca del centro cultural y la oficinas de gobierno, donde se exhiben fotos en las que se puede ver a Juan, en diferentes épocas, con sus padres y hermanos: Severiano, Francisco y Eva.

A unos pasos está la casa donde vivieron los Pérez Rulfo Vizcaíno, de 1919 a 1927. Está cerrada al público. José explica que, aunque esta se vendió en los cincuenta a una pareja que falleció hace unos años, los herederos viven en Estados Unidos pero no se encargan de ella. Clara Aparicio y Juan José Arreola “develaron una placa que orienta a los visitantes para que quede escrito que en Hidalgo número 8 vivió Juan Rulfo”, apunta.

Los Arcos del Portal y una frase de Pedro Páramo de Juan Rulfo Foto: Mariana Castillo
Los Arcos del Portal y una frase de Pedro Páramo de Juan Rulfo Foto: Mariana Castillo

El paseo sigue: ¿ficción o realidad?

El cronista me lleva al final de esa misma calle a una casona, que alojaba huéspedes y peregrinos, pero que, desde hace una década, es una tienda de artesanías. Él asegura que se parece a la descrita en Pedro Páramo donde Eduviges Dyada recibe a Juan Preciado a su llegada a Comala. Además, el dueño real se llamó Apolonio Pinzón, y si los lectores recuerdan el apellido de Dionisio, el protagonista de El gallo de oro, es el mismo. ¿Coincidencia?

Al caminar unos pasos más vemos el Puente Montenegro. Para continuar esta ruta en la que la ficción puede parecerse a la realidad, esta coordenada puede reflejar el momento en que el Padre Rentería, otro personaje de esa novela mítica que hiciera famoso al maestro del punto corto, se esconde y expía sus pecados y culpas en el río.

Un poco más adelante, en el Barrio del Puente donde está la afluente del Río Salsipuedes, José argumenta el parecido que tiene esta parada con la del cuento Es que somos muy pobres, donde el protagonista narra como su poca fortuna se corona cuando la Serpentina es arrastrada por el agua:

“Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río”.

Puente Montenegro Foto: Mariana Castillo
Puente Montenegro Foto: Mariana Castillo

Las campanas de Juan Rulfo

“Rulfo escuchó las campanas siempre. Cuando murió su padre debieron haber sonado de manera muy especial. También cuando murió su madre”, dice este apasionado por la historia sangabrielense.

La Capilla de la Sangre de Cristo y el Templo del Santuario, dedicado a la Virgen de Guadalupe, son dos iglesias en las que paramos para recordar algunos fragmentos: 

-Yo. Yo vi morir a doña Susanita.
-¿Qué dices, Dorotea?
-Lo que te acabo de decir:
Al alba, la gente fue despertada por el repique de las campanas. Era la mañana de diciembre. Una mañana gris. No fría; pero gris. El repique comenzó con la campana mayor. La siguieron las demás. Algunos creyeron que llamaban para la misa grande y empezaron a abrirse las puertas; las menos, sólo aquellas donde vivía gente desmañanada, que esperaba despierta a que el toque del alba les avisara que ya había terminado la noche. Pero el repique duró más de lo debido. Ya no sonaban sólo las campanas de la iglesia mayor, sino también las del Santuario. Llegó el mediodía y no cesaba el repique. Llegó la noche. Y de día y de noche las campanas siguieron tocando, todas por igual, cada vez con más fuerza, hasta que aquello se convirtió en un lamento rumoroso de sonidos. Los hombres gritaban para oír lo que querían decir: “¿Qué habrá pasado?”, se preguntaban.
A los tres días todos estaban sordos. Se hacía imposible hablar con aquel zumbido de que estaba lleno el aire. Pero las campanas seguían, seguían, algunas ya cascadas, con un sonar hueco, como de cántaro.

Templo del Señor de la Misericordia de Amula Foto: Mariana Castillo
Templo del Señor de la Misericordia de Amula Foto: Mariana Castillo

La antigua escuela de la infancia de Juan Rulfo

Desde el Colegio Independencia (antes Colegio Josefino) se ve la Capilla del Cerrito. Este edificio fue casa del capellán en 1882. Luego,en 1922, se convirtió en una escuela comandada por la Orden Francesa de las Madres Josefinas. Rulfo estudió ahí de primero a tercer grado, de 1924 a 1927. Ese último año la institución cerró debido a la cruenta Guerra Cristera.

Aunque Comala es el nombre de un poblado en el estado vecino de Colima, el de Juan Rulfo es muchas geografías a la vez, y en ellas habitan sus vivencias primigenias y recuerdos personales, pero también con la Revolución y la Cristiada. Lo que lo marcó a lo largo de su vida se transformó en diálogos, personas y ese mundo literario que seguirá disfrutando durante generaciones.

“Para mi las referencias en su obra me son muy familiares. Los lugares, los nombres, los apellidos… Descubrí a un Juan Rulfo que hablaba de mi pueblo y que describe lugares y cosas reconocidas para quienes hemos vivido aquí”, agrega José. Tal vez todos somos hijos de Pedro Páramo, de una u otra manera. Este escritor murió el 7 de enero de 1986, pero sigue siendo recordado por su obra y legado en México y el mundo.

La ruta de los murmullos

Si estás interesado en este recorrido, contacta a José vía mail en cronistademipueblo1994@hotmail.com, o pide informes en el Facebook del municipio.

Es gratuito: dura alrededor de dos horas y como único requisito se pide que se conozca de manera previa la obra de Rulfo.

Agradecemos a Ruta Cultural El Realismo Mágico de Juan, a Areli Avila y al municipio de San Gabriel su apoyo para esta nota.

Foto principal: www.facebook.com/jrulfo

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Autor

  • Mariana Castillo

    Periodista y editora. Cultura alimentaria y perspectiva social. El mezcal es mi pastor. Me gusta lo cotidiano extraordinario y compartirlo en historias. Cuéntame, ¿qué te interesaría leer en este blog?

Written By
Mariana Castillo

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