La biblioteca de la Central de Abasto que está en un local de frutas, ¡pásele, pásele!
Dicen los que despachan en los tianguis y mercados que si no está lo que buscas, preguntes sin compromiso. Y pues, siguiendo mis lecciones que tan bien aprendí haciendo el mandado que mi madre me encargaba, eso fue exactamente lo que hice cuando quise conocer la biblioteca de la Central de Abasto.
Preguntando y preguntando llegué al local marcado con el número 73 de la nave I-J, donde las cartulinas de colores chillones que están sobre los mangos, las uvas y las manzanas, no mienten: ¡aquí hay pura calidad! La fruta de temporada que la familia Tentle ofrece es la primera muestra. Pero lo que le da todita la razón a su letrero son esos libros que tienen en unos huacales, a un lado de su mercancía. Entre fruta y fruta se puede leer los nombres de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez; y clásicos como El Conde Montecristo o La Ilíada. Hay que decir que, a diferencia del producto principal del local, los libros sí los puedes agarrar cuantas veces quieras, porque, aparte de no ser tan fáciles de magullar, para eso están (para que los tomes y los leas). Como los vendedores del pasillo gritarían: “¡llévele, llévele!”. Una, dos, las veces que se te antoje.
La biblioteca de la Central de Abasto
“Pásele, marchante, hay manzanas, uvas y… libros”
Verónica, la más chica de los Tentle, fue quien me recibió. Ella junto con sus tres hermanos llevan el negocio familiar y la biblioteca de la Central de Abasto. Me contó que este proyecto arrancó hace tres años cuando una clienta, la señora Lorena, les donó más o menos 300 libros.
“Ella nos dio la idea de poner una biblioteca aquí, porque nos veía a mis hermanos y a mí leer a cada rato”, me cuenta mientras despacha unos kilos de manzana. “No teníamos mucho espacio, así que hicimos un huequito en el local y la pusimos aquí, en la esquina”.
Lo que siguió fue darle nombre. Y para eso uno de los hermanos de Verónica propuso hacer un juego con el nombre de su padre, don Gregorio, y con el del personaje principal de la Metamorfosis de Franz Kafka. La biblioteca finalmente se bautizó como “Gregorio Samsa”.
Cuando se abrió, los libros comenzaron a andar de aquí para allá. Tanto ajetreo hizo que se perdieran algunos. Verónica, luego de bajar la balanza y de encargarle el negocio a uno de sus hermanos para platicar más a gusto sobre este proyecto tan peculiar, me dijo que la colección tal cual, así como la señora Lorena la llevó, ya no está.
“Algunos de los que ella nos trajo ya no los tenemos porque se los han llevado y no los han devuelto –revela–. Con el tiempo nos han dado más libros. La gente viene y nos dona diferentes materiales. Es gente que viene a comprar, que nos pregunta si no queremos más libros para la biblioteca, que ellos tienen un montón en su casa. A veces hasta nos traen libros nuevos. ¡Imagínate!”.
Con todo y sus extraviados, la biblioteca de la Central de Abasto hoy tiene más de 500 libros. No todos están en los huacales de la esquina del local porque, como te podrás dar una idea, no caben. El resto se encuentra en cajas, esas donde la fruta les llega. Diario, Verónica y sus hermanos se echan un clavado en ellas y toman libros para cambiar los que al día anterior ya fueron mostrados. Un día, le dan chance a los libros de Harry Potter o a los de Paulo Coelho; otro, a los de Juan Rulfo o los de Hermann Hesse; y al otro, a los de Aldous Huxley, Rosario Castellanos, H. P. Lovecraft y más autores que están bien registrados en su catálogo, que puedes consultar ahí mismo. El surtido en la biblioteca de la Central de Abasto es rico.
¿Cuántos para llevar?
Cuando te acercas a preguntar a la biblioteca de la Central de Abasto los requisitos para llevarte un libro a casa, Verónica y sus hermanos te entregan el reglamento para usuarios creado por su padre.
“No te pedimos credencial ni nada”, explica. “Para llevarte un libro solo debes poner tu nombre y la fecha en que te lo llevas en una ficha bibliográfica. ¡Eso es todo!”.
Siguiendo la dinámica, tienes que entregar el libro entre 10 y 15 días después de haberlo tomado. Si no puedes, debes hacer una prórroga. En realidad, puedes quedártelo el tiempo que quieras, el chiste es que lo termines de leer.
“Se dan los libros con la confianza de que lean. Sí nos importan los libros, pero si al final alguien se los queda, lo vemos como un regalo que la biblioteca le hizo a esa persona”, dice Verónica con una sonrisa.
Libros con pilón… los de esta biblioteca de la Central de Abasto
A pesar de sus años, pocos en la Central de Abasto conocen la biblioteca Gregorio Samsa. Y, según Verónica, son contados esos locatarios que le dicen “préstame un libro”. Los que ubican más la biblioteca de la Central de Abasto son los de afuera. Por eso, ella, cada que puede, invita a la gente a que platique del proyecto con otros. Su intención es que muchos, así como ella lo ha hecho, puedan vivir más experiencias.
“Siento que un libro te puede llevar a otros países, a otros mundos. Nada más con leerlo puedes explorar muchas cosas: culturas, imaginar hasta el aroma de un lugar. Es sentir experiencias junto con el autor o con los personajes de la historia. Yo, por ejemplo, siempre imagino que estoy ahí con ellos, viviendo lo que ellos”.
Viajar y conocer otros mundos es el tipo de pilón que llevan cada uno de los libros que aquí se encuentran.
La biblioteca de la Central de Abasto es especial. Su ubicación, el cómo surgió y cómo se mantiene son fruto de viveza y mucha chispa. En ella, como dicen en la Central: “¡sí hay, sí hay… y bien!”.
Recomendaciones para buscar en la biblioteca de la Central de Abasto:
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