Las hamacas del Istmo de Tehuantepec: un taller en Ixtaltepec para unir
Las hamacas del Istmo de Tehuantepec son importantes: en ellas se reposa cuando el calor del día arrecia, son lugar para los arrumacos de los enamorados y hasta son cama para dormir en su vaivén y sus colores.
Sara Gallegos pertenece a una familia de cuatro generaciones de hamaqueros en Juchitán y fue la maestra de un taller de elaboración de hamacas en Asunción Ixtaltepec que tuvo como fin reunir y compartir. Además de ser objetos íntimos y característicos de algunos estados en México, son parte de la esencia en esta región oaxaqueña y no deben olvidarse.
Gracias a este viaje supe que existen varios tamaños: las individuales, las de pareja o las familiares, y es que en ellas se reúne la charla, el descanso y esos apapachos de la cercanía. Las hamacas son como un vientre cálido y una cuna que acoge a sus hijos.
Talleres para sanar y unir
Después del terremoto del 7 de septiembre de 2017, el de mayor magnitud que se haya registrado en México en los últimos cien años, hubo un cambio en la vida para los istmeños.
Una Mano Para Oaxaca, asociación civil conformada por Perseida Tenorio, Quitterie Ducret y Alejandra Rosado han estado gestionando acciones y actividades desde esa fecha, como la reconstrucción de hornos de pan y clases de oficios tradicionales, entre otros, con el fin de sanar el tejido social posterior a la tragedia.
[wt-tip]No es dato menor mencionar que fueron 41 municipios de la zona los que resultaron afectados y en los que el duelo sigue siendo el pan de cada día, pues tanto las pérdidas humanas como las materiales y las afectaciones fueron muchas, pero precisamente quienes siguen en estas poblaciones buscan reponerse a través de lo comunitario, para que ese jolgorio que fluye en la sangre oaxaqueña siga muy vivo.[/wt-tip]
Lo hecho a mano
Perseida y Quitterie conocieron a Sara cuando vendía sus hamacas en el legendario Bar Jardín de Juchitán. Le propusieron dar un taller para enseñar este oficio y ella aceptó. “Si desconoces el trabajo, no lo valoras”, opina la sonriente teca. Ninguna de sus ocho alumnas ni su único alumno sabían cómo hacer una hamaca al inicio del taller, pero al final cada uno acabó la suya.
“Me duele cuando la gente regatea. Los únicos que a veces aprecian nuestro trabajo son los extranjeros. Ellos entienden el esfuerzo, el dolor de espalda, el amor y la gracia que uno tiene en esto… ¡pasamos tanto como para que las malbaratemos! Eso sí: la gente compra los productos chinos o los de una tienda aunque estén caros. ¿Por qué a nosotros no nos quieren pagar lo justo?”, se pregunta.
Para hacer una hamaca se necesita una inversión aproximada de $2,000 pesos y utilizan instrumentos como una devanadera, una escuadra y un bastidor, así como agujas, hilo, encendedor y tijeras. Los costos de las hamacas van de los $600 hasta los $2,000 pesos, dependiendo el tamaño y el material. El ardor de los dedos y hasta que les salgan callos es algo que va implícito, que se acepta. También el tiempo que cada quien tarde en su labor es parte de su dificultad.
El valor de una hamaca
Alejandra Huerta, Reyna Toledo, Luz Antonio, Silvia Aguilar y Deyanira Marcos son algunas de las pupilas de Sara, y cada una tiene diferente edad y carácter. Las conocí al calor de medio día, entre albures en zapoteco y español, chistes y risas, en el patio de la casa de esta fundación que gestionó su encuentro. Al final, llegó el único hombre del grupo: Julián Gerónimo Guzmán.
La convivencia femenina es algo común en los ámbitos cotidianos, en las fiestas y hasta en los funerales istmeños, pero también es vital lograr que los saberes no solo se queden en familia sino que lleguen a otros que quieran aprender y compartir. “Agarrarle el ritmo de cómo darle a la hamaca” fue un proceso que algunas lograron más rápido que otras, pero el chiste era saber que era posible.
“Nunca me imaginé hacer una hamaca y me siento muy orgullosa de mí misma, de mis compañeros”, expresó Luz. “Uno ve todo tirado y piensa que nunca se puede levantar, pero como dicen los abuelos de antes: el orgullo es muy fuerte y hay que levantarse siempre y agradecer que hay juventud que aún piensa en el bien del pueblo y su comunidad”, dice Silvia.
La fuerza de la mujer istmeña
Quizá una de las ideas generales que existen en el Istmo es que hay un matriarcado, pero esta realidad tiene otras interpretaciones menos simplistas y complejas. Sí, las mujeres son el eje de sus casas, pero ellas atraviesan diferentes problemáticas en los entornos íntimos y externos.
“Si no nos movemos nosotras, ellos no se mueven. Aquí en este pueblo hay mucho machismo. Que si ya no estamos en la casa es porque ya tenemos un querido, o nos dicen que los abandonamos. La verdad que a mí me gustó estar con ellas “relajeando”, confesó Reyna.
“Somos la base de todo aunque los hombres se crean que son ‘lo más’. Nosotras hacemos mucho porque, independientemente de un trabajo, llegamos a barrer, a cocinar y en la noche todavía ‘quieren su calentadita’ –opina Silvia–. Algunas están solas sin el marido, otras son padre y madre a la vez, y a algunas sí las apoyan sus maridos. Pero, la verdad es que somos las mejores y las que tenemos en su lugar todo”, agrega.
La vida en el Istmo
Al observarlas, ellas llegaron ataviadas y hermosas. Para una mujer istmeña es un orgullo portar la ropa típica. “Las mujeres de antes no usaban ni brassiere ni calzones: la ropa iba directo. E iban descalzas o con huaraches con este calorón”, narra Silvia.
Los platillos típicos y su preparación salen al tema, y es que la hora de la comida se acerca. Se van antojando guisos como el zee belá bihui o mole de maíz con cerdo y achiote, o los gueta bi’ngui’, una gordita de maíz martajado, camarón seco, chile y manteca.
Cada una tiene sus secretos, sus maneras de hacerlos pero una máxima es que “todo mundo debe tener comixcal”, dice Luz. Y en efecto: hasta Deyanira, la primera que terminó su hamaca y la más chiquita del grupo, tiene este tipo de horno tradicional.
¿Quieres comprar las hamacas del Istmo de Tehuantepec?
Diferentes generaciones se unieron en este taller, que no solo les sirvió para salir de la depresión o la ansiedad de vivir una catástrofe común, sino que ahora pueden generar ingresos a través de la venta de hamacas, así como darse cuenta de sus propias capacidades.
Este grupo estuvo cinco semanas reunido. Se retaron a acabar estas piezas, que ahora se venden y que se seguirán confeccionando como parte de una cooperativa llamada Manos de Sol, que busca preservar este oficio tradicional, junto con otras compañeras que se dedican al bordado (y de quienes ya te contaremos pronto).
Si quieres apoyarlos checa su tienda en línea.
La mejor manera de sanar el Istmo (y el país) es a través de la convivencia y los proyectos sociales que cohesionan. Qué mejor si la labor se hace a través de algo entrañable y que da identidad como estas hamacas tejidas entre esperanza y legado.
Agrademos a Una Mano para Oaxaca y a todos los entrevistados su apoyo para esta nota.
¿Qué te parece esta iniciativa sobre hamacas del Istmo?
4 Comentarios
Me encanto esta nota, mi cuñada (Sara gallegos mtz) como siempre buscando el bien común gracias por valorar el trabajo y sobre todo la iniciativa felicidades a la gente que hoy tienen a la mano una fuente de ingreso.
Gracias por leernos, Ana. Nos encantan los proyectos que buscan beneficio social. Un placer conocer a Sara, es una gran artesana. Saludos. 🙂
Como contacto a Sara para poder aprender a tejer hamacas?
es muy grato conocer la gran capacidad de las mujeres itsmeñas para elaborar tan hermosas artesanias y ropa tipica que dan identidad a todos los hermoso pueblos de oaxaca felicito a todos sus habitantes por su capacidad de superar con orgullo toda adversidad