Los albures para mujeres y Lourdes Ruiz, reina del doble sentido
¿Hay albures para mujeres? Lo mismo me pregunté un buen rato porque, haciendo memoria, no recordaba bien a una amiga o una familiar entrándole al juego. Todas, como yo cuando escuchaba a los hombres alburearse, se hundían, cual meme de Homero Simpson, en el primer arbusto que veían para así no ser el blanco del juego o simplemente para que no vieran la cara de what que ponían. Unas se reían porque sí cachaban el juego, pero igual se hacían a un ladito, no fuera a ser que las tacharan de vulgares.
La diversión tenía a veces un letrerote que nos decía: prohibido pasar. Pero el aburrimiento es canijo. De eso sabe muy bien Lourdes Ruiz, mejor conocida como “la Reina del Albur” —título que se le dio después de ganar un concurso de albures en el Museo de la Ciudad de México—, quien no creyó que el albur era cosa de hombres. Así aprendió la picardía y el doble sentido. Después de eso no dejó de reírse, mejor dicho, de carcajearse. Hoy tiene un repertorio de albures grandíííísimo (en la mente y en el libro Cada que te veo, palpito. Guía básica (y unisex) para alburear), y muchos quieren aprender de ella en los diplomados que da.
Albures para mujeres
Sí, las mujeres también podemos entrarle al albur. ¿No me creen (todavía)? Vamos con Lourdes para que ya no queden dudas, tampoco telarañas en la cabeza al pensar en albures para mujeres u hombres.
Vamos calentando motores y repitan conmigo: el albur es unisex, el abur es unisex, el albur es unisex…
Luego le sigues. Va la entrevista con Lourdes.
Los albures para mujeres tienen su lado sano
Lourdes prende un cigarro en la cafetería donde estamos, allá en el Ex Hipódromo de Peralvillo. Lista ella, lista yo, comenzamos a charlar sobre las características del albur fino, los pros que este tiene y por qué es importante que las mujeres no le temamos al doble sentido.
Siempre escucho a los hombres alburearse, en sitios cerrados, abiertos, donde sea. Ya nadie les dice nada porque la picardía en ellos es vista como algo normal. Esto cambia cuando se trata de una mujer. Si nosotras intentamos hacer lo mismo, la gente nos tacha de llevadas o vulgares. Hay muchos prejuicios en torno al albur, ¿cómo empezar a cambiarlos?
Están muy equivocados cuando se piensa que el albur es grosería, que es naco, que es corriente. Al contrario, el albur es para gente culta, para gente que tiene un vocabulario muy enriquecido, para gente que tiene funcionando sus dos hemisferios del cerebro. El albur es fino, no vulgar.
Otra cosa que también se cree es que el albur es exclusivo de los hombres, y no. Sí, es verdad que las mujeres no tenemos un pene que penetre, pero tenemos una lengua, diez dedos… ¡no creo que coma más carne que el león!
Acabas de decir que existe el albur fino, dime ¿cuál es esa línea que divide a este del común?
Estamos acostumbrados a tener pocos verbos, a escuchar solo lo que se dice en la calle y pensamos que eso es el albur: meter, sacar, chingar, préstame a tu hermana, te doy. No. El albur fino debe ser ingenioso, no debe llevar malas palabras, y va muy ligado a las connotaciones sexuales, pero no hay necesidad de decirlo con tanta obviedad. Para esto puedes jugar con los nombres de las verduras, las frutas o de objetos. Hay muchas palabras que puedes usar, la cosa es ser creativo y no llegar a lo típico o literal cuando se refiere a los órganos sexuales. También hay que saber que el albur se aplica solo entre cuates.
O sea que debemos estar en la misma línea de poder, por decirlo de alguna manera, para que no sea, ¿ofensivo?
¡Claro! El albur lo puedes practicar si estás con amigas, solo así puedes vacilar bien, cotorrear y estar libre de ofender a alguien. El albur tiene que ser entre cuates. Si no hay camaradería, definitivamente no puedes alburear, así como no puedes alburear a alguien que no sabe hacerlo porque, de lo contrario, estarías abusando, humillando.
Regresando al tema de los albures para mujeres, ¿por qué crees que es importante que yo y otras nos animemos a decirlos?, ¿qué más hay en este juego de palabras que nos estamos perdiendo?
Seguimos viviendo en un país machista, pero a los machos se les ha olvidado que macho se escribe con m de mujer, y que atrás, adelante, arriba, abajo o a un lado siempre van a tener a una mujer (risas).
Mira, el albur además de divertido es sano. Es una parte de la medicina del albur: hay que reírse, hay que aprender a reírse de uno mismo, porque el que no ríe enferma y muere. Cuando uno aprende a hacer esto, la vida es tan sencilla. La vida es una y hay que aprender a disfrutarla.
Charles Chaplin decía que un día sin reír era un día perdido. Y yo… hace muchos años que dejé de perder mi tiempo y me río hasta de mí misma. A mayores complejos, menos reflejos; entre más acomplejada estés, menos vas a salir adelante en la vida. Cuando aprendes a reírte de ti, difícilmente te hace daño que alguien se ría de ti. Cuando alguien te critica, difícilmente te hace daño; al contrario, aprendes a tomar solo lo bueno, lo constructivo y dejas a un lado lo destructivo.
Me decías que el albur no solo es sobre penetrar, ¿entonces nosotras al entrar al juego de palabras tenemos un lenguaje distinto y no solo es suplir el papel del hombre?
Las mujeres tenemos la misma capacidad que los hombres para alburear. Para esto podemos usar, por ejemplo, las partes de la República Mexicana, partes del mundo, las frutas, las verduras, etcétera, y crear nuestro estilo. Nosotras tenemos agilidad, conocimiento; lo único que nos hace a hombres y mujeres diferentes son los genitales, de ahí en fuera somos iguales.
Nos parecemos a “la verdolaga enmascarada”
Todas sabemos alburear, con una u otra faceta de las muchas que tenemos. Lourdes confiesa que antes le daba pena decir albures cuando estaba con su familia, pero luego se le quitó porque para ella es más divertido ser tal y como es, siempre.
Lourdes, ¿qué consejo nos darías para iniciar en el tema del albur?
Sean ustedes. Yo tengo un seudónimo: “la verdolaga enmascarada”. Me puse así porque la verdolaga es una planta comestible que se da hasta en las banquetas, y además no tiene límites (así somos los mexicanos). Lo de enmascarada porque todos nos portamos de una forma en el trabajo, de otra en casa, con la familia, con los amigos, con las parejas; todo el tiempo nos estamos poniendo máscaras, porque no queremos que nos descubran. Yo invito a las mujeres que quieran aprender a alburear a ser ellas mismas.
Cuando yo me quito todas esas máscaras, soy esta. Lourdes es única, aunque viva en Tepito, no hay clon.
Cuéntame, ¿cómo fue aprender el albur y no ser ninguneada por los hombres? ¿Te tardaste mucho en agarrarle la onda al juego?
¡¿Acabas de escuchar lo que me dijiste?! (Risas) “Agarrarle la onda”. ¡Ya estás aprendiendo!
Pues mira, nací en una familia donde decir malas palabras era mal visto y, literalmente, cuando las decía me lavaban la boca con agua y jabón. Ahí donde vivía (Tepito) tenía unos amiguitos. Sus papás vendían nieves afuera de mi casa, ahí en la calle de Toltecas. Ellos eran más grandes que yo y siempre me albureaban, pero yo no entendía. Intuía que se reían de algo, pero no sabía de qué. Intuía que era algo pícaro, que era algo de maldad, que era algo grosero, pero no sabía bien.
Cuando les empecé a preguntar que de qué se reían me decían: “tú no vas a entender porque eres mujer”, “estás muy chica” y más cosas. Pero yo les dije: ¡enséñenme! Cuando me empezaron a explicar mi primera lección fue escuchar. Y sí, tienes que escuchar perfectamente lo que la gente dice; todo el mundo oye, pero pocos son los que escuchan. Cuando uno escucha lo que la gente dice te diviertes mucho, porque a veces la gente ni sabe que está diciendo albures. En mi familia también estuvieron mis maestros que eran mis abuelos, ellos hablaban mucho en doble sentido. Aprendí bien cuando tenía como ocho o nueve años.
No sabía que ya había aprendido a alburear (risas), pero si como yo otras más quieren empaparse de más material hecho por mujeres para así entender mejor el albur, ¿a quiénes recomendarías?
¡Ay, qué rico! ¡Qué bonita palabra esa de empaparse! Te digo, ya estás aprendiendo.
Mira, tenemos a la musa, Sor Juana Inés de la Cruz. Ella hizo una copla que a mí me gusta mucho porque tiene tanto tan oculto. Dice: “No te des a las congojas por más mal que vayan las cosas, no aflojes el tamal aunque te jalen las hojas, no hay más”. Una más modernona sería Elena Poniatowska; en música, Paquita la del Barrio. Fíjate que yo no la escuchaba, pero cuando lo hice dije “¡qué maravilla!”. Escuché una que dice “la última parada la tuviste conmigo”. Wooooow. Para mí fue toda una poesía porque hay que decir que el albur es la cábala de la poesía erótica.
Por último, ¿los albures para mujeres son parte del empoderamiento que últimamente ha tomado tanta fuerza?
Sí, porque al decir albures también hablas de tu sexualidad. Los albures para mujeres y hombres permiten hablar del cuerpo y no esconderlo.
Solo quiero que sepan que las mujeres también podemos entrarle al albur, y si lo igualamos con una esgrima o boxeo verbal, ustedes solo lancen un recto; les aseguro que se los cabeceamos hasta cruzarlo, o más fácil, échennos unas frases y seguro se las vamos a rimar. Y para esas mujeres que se preocupan porque “se tragan todo”, por no entender, al contrario: ¡qué rico!, únicamente recuerden que el albur es el sismógrafo de la experiencia sexual y la mía es muy amplia: ¿la de ustedes no?
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Después de conocer más sobre el doble sentido y de Lourdes Ruiz, ¿qué te pareció esto de los albures para mujeres?
3 Comentarios
Muy divertido. 🙂
Cuitlahuac, qué padre que pasaste un buen rato. ¡Gracias por leer! 🙂
Me gustaría aprender