Mujeres juntas: acompañamiento y empatía
Es 9 de marzo: estoy en mi hogar, en esa “habitación propia” de la que habló la escritora británica Virginia Woolf, un día después de la marcha del 8 de marzo. Decido dedicar algunas horas a escribir este texto sobre mujeres juntas, acompañamiento y empatía porque he escuchado o leído a más de una expresar que estos días se siente triste, ansiosa, pensativa, emocionada, motivada, nostálgica, enojada y más. Yo lo he sentido, lo siento justo en estos momentos y pienso que escribir es catártico, revelador y necesario.
Estoy en mi casa porque la iniciativa del Paro de Mujeres es algo en lo que creo y no solo algo que ejerzo como derecho. El sentido principal de #ElNueveNingunaSeMueve “Un día sin nosotras” es el de ser una protesta en contra de las violencia de género y el machismo que vivimos en México: la ONU señala que son 10 mujeres asesinadas al día y hay un largo etcétera de datos, de los cuales te hemos compartido algunos. No todas pueden parar y también hay que ser conscientes de eso, pues las desigualdades de género se entrelazan y relacionan con problemáticas como racismo, clasismo, homofobia, entre otros.
Hay notas que dicen que el impacto económico del 9M será de 47 mil millones de pesos, pero hay una reflexión que es más humana, menos estadística: ¿qué sucedería si cada una de las mujeres que conoces no estuviera donde está de manera habitual? No es siquiera comparable, pero sí es simbólico a fin de evidenciar a las que faltan porque las asesinaron o las desaparecieron, a las que no tuvieron con quien dejar a sus hijos porque son madres solteras, aquellas a las que su pareja les pegó y están en un hospital recuperándose, las que fueron despedidas de manera injusta o a las que violaron y sufren las consecuencias de estos hechos.
Mujeres juntas, marabunta
Acabemos con el horroroso dicho “mujeres juntas ni difuntas” y ejerzamos la sororidad. Es una mentira repetida y enraizada en lo social que “la peor enemiga de una mujer es otra mujer”: eso nos ha querido enseñar el patriarcado (y quizá más de una lo hemos replicado alguna vez: hay que revisarnos hacia adentro para reaprender). Lo positivo es que está en nuestros manos ser empáticas y cambiar este estereotipo. Y no, esto no quiere decir que todas estemos de acuerdo siempre, sería imposible. Lo que sí podemos es ser más solidarias, respetuosas y entender que existen diferentes contextos al nuestro.
Claudia de la Garza y Eréndira Derbez incluyen este punto como un machismo repetido por hombres y mujeres en el libro “No son micro. Machismos cotidianos” (del que ya te platicaré más al respecto en este blog): “Existe la creencia de que es imposible la amistad entre mujeres. Parte de la idea de que somos traicioneras y envidiosas por naturaleza y debemos desconfiar de las demás y competir con ellas por la validación masculina. Esta lucha, inevitablemente, da como resultado envidias y hostilidad entre nosotras”.
Cambiemos estos clichés desde ya: platica con tus familiares, amigas, colegas de trabajo, vecinas y demás sobre cómo se sienten ante el panorama actual y en sus realidades, sobre qué necesitan, qué les interesa y qué les inquieta. A nadie nos cae mal un gesto de solidaridad, como te contó en esta nota nuestra colega María Luisa Olmos, o si detectas que alguna tiene crisis más grave, invítala a consultar a personal especialista en salud mental. Cuidar nuestras emociones es más que necesario.
Acompañamiento y empatía, ¿qué son?
Vamos por partes: el acompañamiento radica en estar con alguien durante un proceso y la empatía es la capacidad emocional de comprender la otredad y sus circunstancias. Ambas implican “ponerse en los zapatos” de los demás y son necesarias para evitar agredir, ignorar o ejercer juicios de valor sobre algo que la otra persona está experimentando. Alguna vez te platiqué sobre el acompañamiento filosófico y cómo este puede incidir en temas que afectan a una sociedad de manera conjunta.
Quizá te preguntas cómo acompañar y ser empática con otras mujeres; algunas soluciones son hacer equipo y ejercer valores colectivos. Por ejemplo, el feminismo no es de un solo rostro y mucho menos es algo nuevo. Marcela Lagarde, especialista en este tema, dice que las causas de este movimiento no pueden lograrse individualmente. “Si una mujer cambia, cambia ella, pero si cambiamos todas, pues cambia el género”, asegura.
Te asumas como feminista o no, la marcha del 8M es un ejemplo histórico y transgeneracional: ¿habías visto tantas mujeres reunidas con un mismo objetivo antes? Estamos quienes fuimos y quienes decidieron no hacerlo por motivos variados; están quienes vivían su primera movilización y quienes hemos participado en varias. Lo esencial es que ahí, entre tantas mujeres tan diferentes, nos reconocemos y a la vez nos distinguimos. Nuestra historia individual sí se puede conectar con la de otras, ya sean conocidas y anónimas, y hasta de otros tiempos.
Perspectiva de género, fundamental
Si es de tu interés, leerás este texto el 10 de marzo. En nuestro equipo editorial estamos incorporando perspectiva de género y charlando sobre lenguaje incluyente, feminismo y masculinidades, a fin de que se encuentre pluralidad desde los ámbitos que cada quien desarrolle. Desde nuestro especial de Mujeres hasta de Comunidad LGBT+ queremos que el contenido que generamos tenga responsabilidad social y diversidad, dándole voz a tantas voces como podamos.
Podría parecer que los feminicidios de Ingrid Escamilla y de Fátima Aldrighett abrieron la caja de Pandora en temas de la agenda pública nacional, pero no: el tema es añejo y ancestral. Hay muchas que nos faltan. Que las violencias psicológica, física, económica, racial, sexual y estatal en contra de las mujeres deje der ser algo cotidiano, creciente, normalizado y hasta invisible es una demanda de décadas y hasta de siglos.
“¡Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente!” era una de las consignas de la marea de jacarandas reunidas en la Ciudad de México y otras entidades como Estado de México, Veracruz, Jalisco, Oaxaca, Puebla, Durango, Coahuila, Nuevo León, Morelos y más.
Construir una mejor sociedad requiere que nos informemos, cuestionemos y seamos sensibles a lo que sucede fuera de nuestro entorno. No todo son las zonas urbanas, están las mujeres en las periferias de la ciudad, en las zonas rurales y en los pueblos originarios, cada una con sus visiones del mundo, necesidades y problemáticas.
¿Acaso no todas queremos ser libres y no valientes? ¿A poco no queremos un país en el que no tengamos miedo de cómo vestirnos, qué decir, con quién relacionarnos o por nuestro color de piel?
Otro modo de ser
“Meditación en el umbral” es un poema de la poeta Rosario Castellanos que es oportuno recordar en estos momentos. Me gusta pensar en que sí podemos pensar otras maneras de ser mujeres, quiero creer en que los hombres se harán cargo de otras maneras de asumir su masculinidad. Esto debe complementarse con que dejemos atrás racismos y clasismos, que recuperemos otras maneras de comunicarnos, hermanarnos y relacionarnos, lo cual nos llevará a tener un mejor presente y un futuro más humanista. Ojalá no sea utopía.
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana.
No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
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